GIN. EPISODIO I

Publicado el 01 diciembre 2023 Por Alessandra Lanzarini @alelanzarini

Alessandra Lanzarini nos introduce en el mundo del Gin y sus cocteles;  el mundo que vive un furor que jamás imaginó. 

Hoy tan amado. Rey del baile. La diversidad expuesta en escaparates y vitrinas de botillerías, bares, restaurantes, emporios y todo lo que es una infinidad de sensuales tiendas (para algunos) ofreciéndonos inimaginables variedades, estilos, orígenes, colores, aromas y botánicos para quedar loco.

Más vivo que nunca. ¿Quién lo hubiera dicho? A modo generacional creo, no, aseguro,  que sí en los últimos años del colegio, algún viajero del tiempo me hubiese vaticinado todo este revival del Gin no habría creído…

Lo que se sabía:

-Que deja ciego.

-Que tiene olor a colonia.

-Que era como sofisticado.

¿Quedar ciego? Qué más terrorífico que quedar ciego… Y así, el mito fue más grande que el Gin por sí mismo, ensuciando su imagen para los próximos nuevos bebedores; por un tiempo, al menos.

El origen del mito:

A comienzos del siglo XVIII era común en Londres que se destilara ginebra de forma casera, debido a la facilidad del proceso. En algunos casos se le añadía aguarrás, y en otros se llegaba a incluir ácido sulfúrico durante la destilación, con el objetivo de pronunciar el aroma. Estas y otras prácticas, terminaron por envenenar a miles, diezmando la población de los menos favorecidas en la capital inglesa.

 Vilipendiado, culpado, olvidado, reivindicado y adorado de nuevo.

Un must estiloso, clásico y seductor, de brazos largos, capaz de acoger a históricos bebedores de bares antiguos, sofisticados de clubes de caballeros, sensationalism, debutantes ansiosos de llenar vida, buscadores de elixires sagrados, fascinados en sabores y aromas, perfumistas de la vieja escuela, dipsómanos de alcurnia y de los pocos asumidos como buenos para la rayuela corta de antaño…

Y así sucedió, una vez más, me encontré en una de esas instancias -conversación/ aclaración/ observación/ explicación- en torno al tan deseado, interesante y atractivo tema de Bares, Cocktails y Asociados.

– Oh sea, mi Tata; Gin con gin, Tom Collins y como más se toma? qué otro hay?

Mi parvularia interior apareció justo a tiempo.

– Negroni? London Mule? Gin To…

Y zas que la interrupción no alcanzó a ser molestia tras oír…

– Y con Cocx Colx? –

Inhalé hasta el fondo, exhalé y seguí.

– ¿Y el Martini Dry? Con la aceitunita verde, la copa linda, como James Bond?

– ¿Cómo quién? –

– ¿El 007? –

– ¿Qué? ¿Qué cosa?

Esto no puede estar pasando. Quedé en blanco, muda. Se me trizó el cucharón, la paciencia y los buenos modales que con tanto esmero mi abuela me dio.

Mis ojos aguadándose con una frustración incontinente al filo de hacerse cascada, tratando de soportar las agujas en esas zonas en las que se guardan los tesoros; como el honor, el ninguneo, mi abuela, la nostalgia, Sean Connery, y el «shaken, not stirred«…

– Aaaaaaah! El gintonic, si, ese que viene en la copa gigante, un poco amargo, que le ponen pepino y demasiado hielo –

Me mantuve atenta, agazapada casi, observando. Él siguió con entusiasmo, o algo así…

– Me encanta eso de la cucharita como torcida para ponerle la bebida que ocupan…

Era algo, poco, pero algo…

Continuará.

La cuchara del bar:

La cuchara se usa para revolver los hielos que se disponen en la copa antes que todo, hasta que se empañe, luego se elimina el agua excedente con un colador oruga (ya hablaremos de éste maravilloso implemento) y recién entonces estamos en condiciones de preparar nuestro cóctel. Por otra parte, también se utiliza el espiral de la cuchara para deslizar la tónica a la hora de verterla para así preservar más tiempo sus burbujas, sin embargo también se plantea que las burbujas se rompen con el roce de la bebida y nuestra cuchara, haciendo que disminuya
la gasificación. De todos modos, en este asunto existe cierta controversia técnica, en la cual no
ahondaré, dejándolo a criterio de cada quien.


Alessandra Lanzarini Olivari Sommelier & Bar Consultant. Curiosa siempre, comenzó estudiando Ingeniería en Acuicultura en la Universidad Andrés Bello, pero suspendió para explorar su interés en los cruceros. Lo que la llevó a descubrir su pasión por la gastronomía y la hotelería. Después de regresar a Chile, estudió Comercio Internacional y Administración de Empresa; mientras, trabajaba en destacados hoteles y restaurantes. Posteriormente, ingresó a la Escuela de Sommelier de Chile, y trabajó en diferentes restaurantes, explorando vinos y destilados nacionales y extranjeros. Actualmente, trabaja de forma independiente como sommelier, asesora de bares y desarrollo de coctelería. Sus grandes pasiones: escribir, hacer arte y experimentar con sabores.


Más historias de bar de Alessandra:

LA DE COPAS EN LA BARRA DEL RITZ – CARLTON SANTIAGO

 

 

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3 comentarios

  1. […] él me habló del Sbagliato: nacido de confusión al agregar Prosecco en vez de gin para un Negroni, sus ingredientes y variantes… Y, su propia historia: que tenía cuatro hermanas, tres tías, […]

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