TERRANOBLE CUMPLE 30 AÑOS
La viña nacida en Maule, ha crecido a la par con la evolución del vino chileno en sus tres últimas décadas. Lo celebra luciendo imagen renovada con guiños a sus nuevos terruños.
Mi primer evento de vinos desde el otro lado, fue de Viña TerraNoble. Presentaban entonces, a fines del año 2000, a la prensa especializada, su primer Carmenère Gran Reserva. Fue en la tienda El Mundo del Vino, la primera de todas. Tal vez algunos la recuerden, quedaba en Isidora Goyenechea esquina con San Sebastián. Era un espacio enorme, que cambió luego a Isidora 3.000 (en la planta baja del Hotel W). Ahora, por cierto, la tienda vuelve a aquella misma esquina. Un cambio, una vuelta en círculo, tal como ha sido la vitivinicultura de Chile, desde que llegaron las primevas vides de cepa País desde Perú a Chile por allá en 1550.
Revisar, en cambio, la corta historia de tres décadas de Viña TerraNoble, todavía -porque sabemos que están experimentando con la cepa País- es una línea recta ascendente, reflejo de los últimos 30 años de la viticultura de Chile. Años en los cuales han pasado demasiadas más cosas, creo que para bien.
Fundada en 1993 por los amigos/empresarios Jorge Elgueta, Patricio de Solminihac, Cirilo Cordova, Juan Elgueta, Wayhi Yousef y Vicente Muñiz, a partir de un solo viñedo en San Clemente, Valle del Maule, Viña TerraNoble nacía con un ambicioso, pero difuso objetivo: Hacer el mejor Merlot de Chile; la cepa entonces muy popular around the world pero a la vez quizás la peor evaluada en concursos por estas latitudes. Difuso además, porque como ya sabemos, al poco andar, apenas dos años después, gran parte de nuestros Merlot chilenos, resultaron ser Carmenère, y el Merlot del viñedo de TerraNoble no fue la expresión. Por algo, aquella primera vez, cinco años después, fue el lanzamiento de su Gran Reserva Carmenére.
A la par de todos los esfuerzos que se han hecho en Chile por conocer mejor esta variedad desde entonces, y entender cómo se comporta en diferentes terruños, TerraNoble (desde 2003 en manos de la familia von Appen) cambió su foco a Carmenere. En ese camino compró dos campos en Colchagua: Los Lingues donde tiene 25 hectáreas productivas, y Machigüe donde suma otras 125. De allí, obtiene además desde 2009, dos extraordinarios exponentes en el mismo segmento de precios ($25.900): CA1 (de Colchagua Andes/Los Lingues) y CA2, de Colchagua Costa/Marchigüe). Decidir cuál de los dos es mejor, es algo cada año más difícil.
Quién hubiera pensado en 1993, por cierto, que hoy no hablaríamos de Colchagua como un valle de pequeñas viñas boutique, sino con grandes, medianos y pequeños viñateros, y cada uno de ellos especializados en diferentes variedades, desde la Cordillera hasta el Mar
Quién hubiera pensado entonces, además, que aquellos otros Carmenère, que se plantaron en los viñedos de TerraNoble en Casablanca (donde hoy suma un viñedo de 75 hectáreas productivas), se terminarían arrancando, después de varios años de lucha, simplemente porque, en este valle frío, no llega la madurez óptima.
Quien hubiera pensado… que en la única bodega que todavía tiene TerraNoble, en el Maule, donde el acero inoxidable y barricas de 225 litros eran el último chiche tecnológico, y signo de modernidad a fines de los 90, hoy compartirían espacio con tinajas de greda chilenas y otros tantas maneras de hacer vino.
Cambios en bodega
Cuando hablamos con su enólogo (desde fines del 2015) Marcelo García sobre estos cambios, destacó que siempre la viña ha tenido foco en tener las últimas tecnologías, en bodega y en viñedos. A las cubas de acero inoxidable, con chaquetas de frio o calentados, despalilladoras, prensas… que eran furor en los 90, hace ocho años sumaron una máquina cosechadora para algunos campos; el chiche de los 2010; hace cinco años, filtros tangenciales para vino y borras, para hacerle menos daño al vino y buscando eficiencia. Eficiencia, una obligación del vino en Chile y el mundo.
«La rebaja en barricas, ha sido importante. Si eran más de 1500 cuando llegué en noviembre del 2015, hoy son 700».
En cuanto a envases de fermentación y guarda, también han ido en retirada de las barricas, “para un manejo diferenciado, buscando más la microoxigenación en los vinos a través de distintos formatos, detalla García. La rebaja en barricas, ha sido importante. Si eran más de 1500 cuando llegué, hoy son 700. Las usamos hasta 7mo uso». Además, cambiaron las marcas y tamaños, hoy usan mínimo de 300 litros, hasta de 600.
“Ya no me gusta la barrica chica de 225 litros, por un tema de tiempo. Lo que ciertamente es más complejo de manejar, pero resultan muy bien cualitativamente, especialmente para Cabernet de Maipo y Carmenere de la costa. Respecto a los fudres, agrega, partimos en 2016 con tres y ahora tenemos 27. Son redondos, menos uno chato que usamos para el Chardonnay Algarrobo. El resto, todos redondos, van desde los 2.000 litros hasta los 5.000”.
Y cómo no, más tendencias del vino chileno: han sumado tinajas y ánforas, italianas o españolas, unas de arcilla y otras de cerámica recipientes de cemento, ya sean con cubas en forma de huevo, e invertidas o las cuadradas francesas o hechas en Chile. “Incluimos el año pasado, dos huevos de cerámica, que van sobre una estructura de cerámica para rodar sobre su eje. Ha funcionado muy bien. Se hace el bastoneo en la misma estructura y da a los vinos un perfil muy diferente”.
Ha sido interesante, explica García, ver cómo se comportan los vinos bajo todo este desfile de micro oxidación distinta; sobre todo porque no hay mucha información que los pueda guiar desde sus mismos proveedores.
Suena conocido?! Cuando se empezaron a plantar las variedades francesas en Chile, tampoco sabíamos qué iba a pasar con cada una de ellas en nuestros viñedos. Fue prueba y error; aunque nos creímos en el paraíso porque todas se comportaban “al menos bien”. Entonces, tampoco hablábamos de terruños, ni interesaba qué clima había arriba, ni qué tipo de suelos bajo nuestros pies.
Cambio en variedades
Respecto a variedades y que no importara el clima, en San Clemente (Maule) además del Merlot que resultó ser Carmenére, en 1993 había Sauvignon y Chardonnay. Al año siguiente, nos va detallando García, quien trabaja mano a mano en viñedos con el viticultor Pedro Vega, se plantó algo de Malbec («el que no llega a ser una hilera, pero sí es muy interesante hoy como planta vieja»). Y, últimamente, sumaron Garnacha para la mezcla tinta mediterránea, Disidente, de etiqueta morada ($19.900).
En Los Lingues, en tanto, se hizo recambio de variedades, para quedar con el Carmenère (el que en parte va a Ca1) y Cabernet (que va el Gran Reserva y algunos años entra en Lahuén, el ícono de la viña $49.900). Aquí, también hay algo de Syrah y de Petit Verdot. Los suelos son de arcilla, explica García, y aportan a los vinos estructura y suavidad en sus taninos.
En 2010 se plantó Marchigüe, donde se concentra Cabernet y Carmenère; además hay Petit Verdot, Syrah, Marselán, Malbec, y un poco de Chardonnay. “Aquí, sus suelos son graníticos, más cortos y con temperaturas más altas. La fruta es roja y hay que tener cuidado con los taninos. Hemos trabajo ensayos con asesores con bloqueadores solares para ver cómo se compartan taninos. destinada a vinos de mayor calidad”, detalla el enólogo. Esta uva se destinada a vinos de mayor calidad”.
En el Valle de Casablanca, el sector Las Dichas, TerraNoble tiene hoy Sauvignon Blanc, Chardonnay y Pinot Noir mayoritariamente; también Pinot Blanc, Syrah y Tempranillo (una maravilla que va al Disidente de etiqueta azul). Este año están sumando algo de Cabernet Fran y algo de Garnacha. Además, aquí construyeron una espectacular sala de degustación cubierta por flora nativa.
¿Cuidado por el medio ambiente en Terra-Noble? Están sujetos desde 2019 a la certificación Sustainable de Wine of Chile. Y, aunque nada que ver, pero si hablamos de sumarse a tendencias… desde 2020 consiguieron el sello «Vegan», para quienes se identifican como veganos en su dieta.
Cambio de imagen
Para adaptarse a los cambios de los nuevos tiempos, aún les faltaba algo. Dejar atrás la imagen con que los conocimos, algo rococó para algunos; con identidad muy reconocible para otros.
Ésta nueva imagen llegó con la celebración justo de sus 30 años. Así han dejando de usar las categorías «Reserva» y «Gran Reserva; para identificarlas, de abajo hacia arriba en su pirámide de productos, con los nombres Civis, Azara y Algarrobo.
Se trata, nos explicó, Eduardo Wexman, asesor en marketing de la viña, de una nueva imagen más contemporánea, manteniendo el espíritu y valores originales; con el concepto “ciudadano noble”, y potenciando ahora los elementos de sus diferentes viñedos a lo largo de Chile. Los podemos encontrar, por cierto, en las tiendas El Mundo del vino on-line o en el sitio de compra de la viña www.miTerraNoble.cl a los precios que se mencionan a continuación.
Línea Civis ($53.940 la caja de 6 botellas), su nombre proviene del latín “ciudadano”, por ciudadanos íntegros y responsables, respetando siempre la noble tierra y su gente. Uno de los conceptos anclas de viña TerraNoble: Esta línea tiene Carmenere, Cabernet Sauvignon, Merlot, Pinot Noir, Sauvignon Blanc y Chardonnay.
La línea AZARA ($83.940 la caja de 6 botellas) hace referencia a un arbusto que se encuentra en el viñedo emblema de TerraNoble en el valle del Maule y es un tributo al origen de la viña. Sus cepas son Carmenere, Cabernet Sauvignon, Merlot y Carignan, la última por cierto con que compran a pequeños viñateros del valle. Otra tendencia de los últimos 10 años.
La línea Algarrobo ($83.940 la caja de 6 botellas), nombre árbol icono del viñedo de Las Dichas, en el Valle de Casablanca, da su nombre a su línea de vinos costeros. De las variedades Sauvignon Blanc, Chardonnay y Pinot Noir, buscan expresar su origen de clima frío.
Buen resumen de las tres últimas décadas del vino chileno, ¿o no? y eso que no mencionamos su incursión en espumantes y la participación de TerraNoble en la marca colectiva Cencellada, una búsqueda hacia el salto en calidad con un estilo de vinos cada más protagonista.
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