¿EL VINO ES UNA BEBIDA ALCOHÓLICA MÁS?
Es una de las preguntas que se hacen muchos actores dentro de la cultura del vino, sobre todo con las nuevas regulaciones a nivel mundial. Pauly Sánchez es una ferviente creyente que NO y nos cuenta algunos antecedentes claves para responder seriamente.
Las regulaciones en Europa están transformando la manera en que muchas industrias a nivel mundial, incluyendo el vino, enfrentan el desafío de ser sostenibles y, a la vez, cumplir con las expectativas del mercado.
Recientemente, las normativas europeas, que buscan regular el impacto ambiental de los productos, han puesto en el centro del debate la necesidad de adaptarse a un modelo de producción más responsable. Pero más allá de las regulaciones, lo que realmente está cobrando fuerza es una ola de iniciativas que buscan posicionar al vino no solo como un producto de calidad, sino como un símbolo de innovación y sostenibilidad.
En medio de estas transformaciones, el sector vitivinícola ha dado un paso al frente. Mientras algunos ven las nuevas normativas como una barrera, otros han optado por utilizarlas como una oportunidad para redefinir el futuro del vino, impulsando nuevas formas de producir, embalar y promocionar esta bebida milenaria.
¿El Vino Es Una Bebida Alcohólica Más? ¿O Es El Vino Un Producto Responsable?.
En los últimos años, diversas regulaciones globales han endurecido sus posturas respecto al alcohol, y el vino no ha quedado exento, a pesar de su carácter único.
En Chile, como en otros países productores de vino, estas regulaciones han comenzado a incluir al vino en las mismas categorías que otros tipos de alcohol, sin distinguir entre el consumo moderado y el abuso.
Esto ha generado tensiones en la industria, ya que no se reconocen las particularidades culturales, agrícolas y gastronómicas del vino.
Y otra pregunta seria: ¿Por qué?
Las políticas de organismos como la Comisión Europea y la OMS, que buscan reducir el consumo de alcohol en general, han afectado particularmente al sector vitivinícola. Medidas como el Plan Europeo contra el Cáncer y las regulaciones en múltiples países, donde se exige etiquetar todos los productos alcohólicos con advertencias de salud, han intensificado la presión sobre los productores.
Estas políticas, si bien son parte de una iniciativa de salud pública, no toman en cuenta la diferencia entre productos como el vino y otros alcoholes de consumo masivo.
En Chile, el contexto no es diferente. La creciente preocupación por el consumo de alcohol ha llevado a la implementación de normativas más estrictas que agrupan al vino junto con otros productos de mayor grado alcohólico, sin diferenciar su rol dentro de un consumo culturalmente más controlado.
Esto es especialmente desafiante para un país que depende significativamente de la industria del vino, no solo en términos económicos, sino como parte de su identidad nacional.
El sector vitivinícola, tanto en Chile como en Europa, ha reaccionado y existen ya iniciativas como VITÆVINO y Wine In Moderation, que promueven el consumo responsable y moderado del vino, destacando su importancia cultural y agrícola.
A nivel mundial, la industria del vino genera cientos de miles de empleos directos en la producción, distribución y comercialización del producto, además de una vasta red de empleos indirectos en sectores como el turismo enológico, la logística, y el marketing.
El vino no es simplemente una bebida alcohólica; es un producto agrícola profundamente ligado a la cultura mediterránea y a las tradiciones rurales. En muchos lugares del mundo, el vino ha moldeado el paisaje, creado empleos y generado una herencia cultural única. Este vínculo con la tierra refuerza el argumento de que el vino no solo puede ser sostenible, sino que ya lo es en muchos aspectos.
El Impacto en Chile a 2024
En Chile, la industria vitivinícola es un pilar fundamental de la economía. En términos de empleo, el sector genera alrededor de 100,000 empleos directos en la producción, en los viñedos y bodegas, y una impresionante cifra de más de 400,000 empleos indirectos en áreas como el transporte, la comercialización, y el turismo relacionado con el vino.
Esta red de empleos indirectos es particularmente notable en las zonas rurales, donde la viticultura impulsa el crecimiento económico local y fortalece el tejido social.
El sector del vino no solo es clave por su aporte económico, sino también por su rol en la cultura y el turismo de Chile, atrayendo a miles de visitantes cada año a sus reconocidas rutas del vino, como la del Valle del Maule, el valle encargado de la mayor cantidad de viñedos en Chile. Este atractivo eno-turístico contribuye significativamente al desarrollo de pequeñas y medianas empresas que dependen del flujo de turistas interesados en experiencias enológicas.
En resumen, el negocio del vino en Chile sigue siendo un motor económico clave, generando empleo y promoviendo la sostenibilidad a medida que se adapta a las demandas de un mercado global en constante cambio.
Innovación en el Empaque y la Producción: La tendencia que ya no es tendencia.
Otro aspecto fundamental en el camino hacia un vino más responsable es la innovación en el empaque. Varias bodegas están explorando nuevos materiales sostenibles, desde envases reciclables hasta botellas más ligeras que reducen las emisiones de carbono en el transporte.
También se están implementando sistemas de trazabilidad que permiten a los consumidores conocer el origen exacto de las uvas y el proceso de producción, aumentando la transparencia y la confianza en el producto final.
Además, muchas viñas han adoptado tecnologías más eficientes para reducir su huella de carbono, utilizando energías renovables en el proceso de vinificación y minimizando el uso de recursos como el agua. Estas prácticas no solo cumplen con las normativas actuales, sino que también mejoran la reputación de las marcas, atrayendo a un consumidor cada vez más consciente de su impacto en el medio ambiente.
A medida que las normativas europeas y las iniciativas globales impulsan un cambio hacia una producción más responsable, el futuro del vino parece estar más alineado con los valores de sostenibilidad e innovación, sobre todo porque es un producto que hace crecer el entorno donde se produce.
El reto está en encontrar el equilibrio entre tradición e innovación, defendiendo el lugar del vino en la cultura mundial mientras se adoptan prácticas que aseguren su sostenibilidad a largo plazo. Las campañas y los esfuerzos de las bodegas por reducir su impacto ambiental son solo el comienzo de lo que podría ser una revolución en la forma en que entendemos y consumimos vino.
En este nuevo escenario, el vino no solo sigue siendo un símbolo de celebración y cultura, sino también un ejemplo de cómo una industria puede adaptarse a los cambios y construir un futuro más verde y responsable.
Sostenibilidad y Valor Agregado en el Empaque
Bacoring se ha convertido en un referente y un ejemplo claro de cómo el empaque puede ser mucho más que un simple contenedor; es una herramienta poderosa para reflejar los valores de una marca y conectar de manera significativa con los consumidores.
Con una trayectoria enfocada en la personalización y la sostenibilidad, Bacoring ha demostrado que agregar valor a través del empaque no solo es posible, sino esencial para destacar en un mercado cada vez más competitivo.
La clave radica en la capacidad para combinar diseño, calidad y un profundo respeto por el entorno natural y el producto que contiene. Sus soluciones de empaque, hechas con materiales certificados como el FSC, no solo aseguran la preservación del medio ambiente, sino que también ofrecen a las marcas la oportunidad de contar una historia de compromiso con el planeta.
Tips para Agregar Valor con el Empaque: Inspirados en Bacoring
Siempre vamos querer transmitir consejos de uso y maneras de aportar a la cultura del vino, así que le pedimos a María Elena Cerna C., Fundadora y Gerente General de Bacoring, que nos compartiera sus mejores Tips:
- Alinea el empaque con los valores de tu marca: El empaque debe ser una extensión de tu identidad. Cada empaque que producimos refleja los valores de sostenibilidad y calidad de sus contenido. Asegúrate de que tu empaque no solo proteja el producto, sino que cuente una historia coherente con lo que representa tu marca.
- Elige materiales sostenibles y responsables: Hoy más que nunca, los consumidores valoran las marcas que se preocupan por el medio ambiente. Utilizar materiales certificados y respetuosos con el entorno, como lo hacemos en Bacoring, no solo asegura el cumplimiento de normativas, sino que también refuerza el compromiso de tu marca con la sostenibilidad.
- No sacrifiques la funcionalidad por el diseño: Aunque el diseño es clave para atraer a los consumidores, la funcionalidad debe ser prioritaria. Un buen empaque debe ser atractivo, pero también fácil de usar y proteger eficazmente el producto. Busca un equilibrio entre diseño innovador y funcionalidad, asegurando que el producto llegue en perfectas condiciones.
- Haz que tu empaque sea una experiencia: El empaque es la primera interacción física que un consumidor tiene con tu producto. Considera cada detalle, desde la textura del material hasta el cierre de la caja. La caja Bacoring hace eso, aprovecha el empaque para elevar la experiencia del cliente, transformando el simple acto de abrir una caja en un momento memorable.
- Comunica Sostenibilidad a Través del Empaque: Usa el espacio del empaque para destacar tus valores. Al compartir estos detalles, educas a tus consumidores mientras fortaleces su conexión con tus principios, convirtiendo el empaque en una herramienta de conciencia ambiental.
Maridando
El vino en Chile, como en el resto del mundo, se enfrenta a un cruce de caminos.
Otra pregunta qué hacemos inspirados en las crecientes regulaciones y la percepción pública que lo agrupa junto con otros alcoholes, sería: ¿debería el vino ser defendido como un producto único, culturalmente y socialmente significativo, o deberíamos aceptar que, como todo bien de consumo, tiene diferentes niveles de exclusividad y accesibilidad?
Si en Chile queremos que el vino sea visto de forma distinta a otros alcoholes, quizás la solución radica en fomentar iniciativas colaborativas que eduquen (más) al consumidor y al mundo sobre las particularidades de nuestro vino: un producto agrícola, cultural y saludable, cuando se consume de manera responsable.
No solo en campañas de marketing, sino a través de políticas públicas que apoyen a la industria y garanticen su diferenciación, creando un puente entre el orgullo por nuestra tradición vitivinícola y las demandas del mercado moderno.
Pero también debemos preguntarnos: ¿Es posible que el vino, más allá de sus distinciones culturales, sea cada vez más visto como un bien básico? Y si es así, ¿deberíamos empezar a tratarlo como tal, con versiones más accesibles para todos los públicos y otras más exclusivas para quienes buscan lo extraordinario? Este es un debate que apenas comienza, y quizás, es el tema perfecto para otro artículo.
La realidad es que el vino ha formado parte del desarrollo cultural, económico y ambiental del país. Sin embargo, ¿qué tan lejos estamos de que su valor como producto responsable sea reconocido ampliamente, no solo en términos de sostenibilidad, sino también en términos de identidad nacional?
Al final del día, el vino sigue siendo mucho más que una bebida. Es un reflejo de nuestro pasado, presente y, con las decisiones correctas, de un futuro más sostenible y responsable.
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