El nuevo proyecto de la familia Undurraga respira aire nuevo por donde se le mire. Su nuevo blanco, el Sauvignon Blanc Cuarzo 2016 lo demuestra desde la costa de Colchagua.

El nuevo proyecto de vinos de la familia Undurraga, el  que conocemos como Viña Koyle, comenzó desde cero en cuanto a viñedos y bodega se refiere, el año 2006. Después de  haber dejado atrás la viña Undurraga con toda su historia familiar y decidieron comprar un campo en los pies de la Cordillera de los Andes, en Colchagua.

Alfonso Undurraga Mackenna, la cuarta generación que estuvo al mando de la viña Undurraga, y padre del clan que hoy maneja el día a día de la bodega, sigue al mando de este nuevo barco construido con aires completamente renovados. Cristobal Undurraga, el hijo varón más chico de Alfonso, el Toti, es el enólogo del proyecto. Curiosamente, Toni es el primer enólogo de los Undurraga en cinco generaciones, y sí, lo está haciendo muy bien, no sólo en calidad sino por buscar y proponer los aires nuevos.

Una de las decisiones tal vez más innovadoras de Koyle fue haber desarrollado sus viñedos bajo la vitivinicultura biodinámica, en la cual en resumen son las energías imperceptibles, como la de Lal una llena, o los productos agregados de forma homeopática los que dictan las tareas a realizar en el viñedo y controlan las plagas.  Su fantástico Tempranillo ($18.000) fue tal vez la primera innovación que vinos llegar desde este campo en los pies de los Andes. También más recientemente, mostraron en Premium Tasting Santiago #2 su mezcla mediterránea Cerro Basalto. Pero también han llegado a formar parte de su dinámico portafolio vinos de otras zonas, más allá de Colchagua Andes, como los Cinsault tinto y Rose Don Cande y un delicioso Muscat seco, los tres  del Valle del Itata.

En busca del mejor terroir para el Sauvigon Blanc, fue como llegaron los Undurraga hasta la costa de Colchagua, hasta Paredones para ser más precisos. De allí primero hicieron un Koyle Costa que impactó por lo filoso en boca y herbal en nariz, lo que nunca Colchagua Entre Cordilleras no había podido dar.  Con la cosecha 2016 no dieron un nuevo Sauvignon de Paredones, el Koyle Costa Cuarzo, una  versión más económica que el primero, porque vale $9.900 contra los $14.900 que vale el Costa. Lo que siempre, hacia abajo, sin perder calidad, se agradece.

La gracia de este nuevo Koyle Cuarzo, proveniente de suelos con gran cantidad de cuarzo,  es que es mucho más fácil de beber que el primero, más comercial, dirían algunos. Y eso está dado porque tiene una boca más grasa, con más volumen y dulzor,  y a la vez menos ácida o filosa. Tal vez por lo mismo no nos llamó tanto la atención cuando apareció a final del año pasado en el mercado, o tal vez fue porque necesitaba más tiempo en la botella.

Esta semana lo tuvimos, en la presentación de la Despensa para el Mundo, y se lució como gran compañero de la más diversa gastronomía en base a productos del mar, presentada por Pilar Rodriguez, Kust Schmith y Rodrigo Oliveira. El comentario en las mesas fue:  «este blanco  fue mi favorito… que intensos aromas… que rica boca». En su nariz aparecen las notas a puerro asado y limón de pica, que me encantan,  e invitan a beberlo junto a vegetales en sus más diversas formas. En la boca está la grasita que envuelve el paladar y deja una sensación jugosa, que dice quiero más. Luego está su acidez refrescante, exquisita, que invita a eso, a refrescar sabores intensos, los ahumados, los yodados, los caldos concentrados.

Este Cuarzo  vino es como es por su origen frío, cercano a la costa, por los bajos rendimientos de fruta que producen sus plantas en suelos tan pobres, y además, la grasita en boca, es producto de un trabajo con sus lías por cuatro meses.  Su ficha invito a guardarlo sin problemas por tres años más; yo les diría lo mismo. Aunque hoy,  y al menos hasta ahora, desde que lo vi nacer, está en su mejor momento.