SOL DE SOL, EL PIONERO DEL SUR

Publicado el 02 diciembre 2022 Por Mariana Martínez @reinaentrecopas

La historia de Sol de Sol, el vino que fuera el más austral de Chile por toda una década. Un reportaje de nuestra editora para 7Caníbales.com

Hablamos con Felipe de Solminihac sobre la historia de Sol de Sol y sus añadas de chardonnay, un hito entre los grandes vinos blancos sudamericanos al que nos acercamos a través de nueve añadas que lo muestran todo. 

 

Bien temprano, don Alberto les tocó fuerte la puerta y preguntó a su hija y esposo, escondidos aún bajo las mantas, si podía pasar. El día anterior, con su yerno habían salido a buscar un pequeño campo para comprar, a 640 kilómetros al sur de Santiago. El sueño de Felipe era plantar un viñedo en esta latitud donde hasta entonces en Chile nadie lo creía posible. “Felipe, vas a ir a comprar tierra a mis vecinos, está bien, pero yo tengo 1.000 hectáreas, ¿no podrías elegir algo allí?”

De estampa alta, delgada y serena, Felipe recuerda que aquella mañana salió después de desayunar con su suegro a elegir las primeras cinco hectáreas donde ese invierno plantarían el viñedo que por diez años fue el más austral de Chile. A sus vinos de chardonnay los llamó Sol de Sol, juego de palabras entre suelo y sol en francés, su segundo idioma, y su apellido, de Solminihac.

Felipe de Solminihac, fundador de Sol de Sol.

Unos días atrás, Felipe celebraba las 22 cosechas de Sol de Sol en la viña que fundó en las afueras de Santiago, junto a dos socios y amigos franceses. También los 20 años transcurridos desde la creación de la Denominación de Origen que lucen sus etiquetas: Traiguén, Valle de Malleco. Al lado de su hijo mayor, Eduardo, a cargo del área comercial de viña Aquitania, demostró a través de ocho añadas la trascendencia de aquel sueño que tuvo mientras estudiaba Enología y Ciencia de la Viña, en Burdeos, donde fue alumno y cercano de leyendas del vino, como Emile Peynaud y Pascal Ribéreau Gayon.

Fue un viaje al pasado de Sol de Sol, con el que recordamos el hito que representa entre los grandes vinos blancos de Chile y cómo se convirtió en el pionero de la vitivinicultura del sur.

Felipe, cuándo hiciste 2000, el primer Sol de Sol, que hoy encanta con notas complejas a damasco deshidratado, miel, dátiles, un gran volumen en boca y deliciosa acidez, ¿podías imaginar cómo iba a ser?

“No sabía mucho. Los parámetros que tenía de degustación sí me permitían hacer un vino distinto a los blancos que estábamos acostumbrados. La concentración de azúcar y acidez tan alta permitían que la boca se me llenara. Al fermentar en las barricas había una untuosidad que nuestros blancos no tenían; eran más delgados. Además, las uvas llegaron con un poco de botrytis (podredumbre), lo que dio glicerol. Yo me dije, esto va a ser muy bueno, y tuve que cuidarlo mucho para no pasarlo de madera, porque el primer año sólo tenía barricas nuevas y chicas, de 225 litros. Tuve que jugar y decidir si hacía maloláctica o no, para reducir cantidad de ácido málico y volver el vino más cremoso; no llegué al 3%, sigue siendo parecido.

«Las primeras cosechas fueron 95 y 96,vendía la uva a viñas grandes y se perdían en sus mezclas»

¿Fue 2000 la primera cosecha del viñedo de Traiguén?

“No, yo planté en 1990. Con la inexperiencia y las lluvias, además de la sequía del verano, las parras prácticamente no crecieron. Al tercer y cuarto año ya teníamos el riego y ahí sí creció bien, se pusieron los palos y alambres. Las primeras cosechas fueron 95 y 96, vendía la uva a viñas grandes -Veramonte y Undurraga- y se perdían en sus mezclas, aportando acidez y frescura. En 1994 fui a Nueva Zelanda. Allá, me dije, estoy en la misma latitud y hemisferio, esto tiene que funcionar. Llovía más que acá en época de maduración, y todo lo que vi estaba con riego por goteo, y dije: mi suegro tenía razón, va a ser necesario regar. Pregunté y me dijeron “tenemos el riego por si acaso”.

 

Hace una pausa y cuenta más sobre los primeros años.

“A las uvas les decíamos las mal queridas, porque como llegaban tan tarde, en mitad de la fermentación de los tintos en el valle central, era un problema recibirlas en bodega. El 2000, cuando llegó el primer camión a la viña Aquitania, en Macul (entonces en las afueras de Santiago), Paul Pontallier (enólogo de Chateau Margaux), uno de mis socios, me dijo: ¿no tienes un lugar dónde vender esta uva y deshacernos de ella? Yo insistí. El vino salió al mercado en 2002, cuando logré la Denominación de Origen Traiguén. Hasta entonces había solo una gran Región del Sur; no había nadie más haciendo vino allá”.

“A las uvas les decíamos las mal queridas, llegaban en mitad de la fermentación de los tintos y era un problema recibirlas en bodega”

Viñedos de Sol de Sol en Traiguen, más de 600 km al sur de Santiago.

¿Cómo lo lograste? Hoy en día lleva muchos años más conseguir una D.O.

“Presenté una carta de solicitud al director del SAG (Servicio Agrícola Ganadero) contando el problema, e incluyendo otras zonas donde helaba, pero pensando que se podrían llevar algún día nuevas variedades; era una mirada más a futuro. Les dije, tengo cinco hectáreas plantadas y el resultado ya es bueno. Estuve 10 años sólo. Después llegó la ganadera María Victoria Petermann; le hacía su chardonnay Alto Las Gredas, también en Macul, pero ella estaba en la que ahora es la nueva Región Austral”.

¿Por qué chardonnay?

“Siempre pensé en blancos. Me encanta el sauvignon blanc, pero es muy sensible a las enfermedades de hongos; la chardonnay resiste más y no había nadie que supiera de viticultura en la zona. Caminando en el viñedo, me encontraba mucho crecimiento de brotes y oídio en medio del follaje. Un día estábamos con mis suegros, los dueños del campo, y me puse a quejar en voz alta. Mi suegra me miró y me dijo: ’tú sabes que pastelero a tus pasteles, te tienes que preocupar más’…”

 

¿Por qué en el campo de los suegros… por qué el sur?

“En los 90 todas las cepas estaban plantadas en la zona central. Pablo Morandé había comenzado a plantar viñedos en el valle de Casablanca. A mi me había salido la curiosidad en Francia, donde estudié a inicios de los 70. Allá empecé a preguntarme por qué no teníamos vinos blancos famosos como los tintos; no salían ni en los comics. Yo empecé a ir a Traiguén desde los 17 años, desde que pololeaba con Claudia, mi señora, porque su papá tenía campo allá. En esos años, las cepas blancas todavía estaban mezcladas para hacer vinos blancos: semillón con chardonnay y sauvignon… En viña Cousiño Macul empezamos a marcar para separar las variedades en los viñedos y se vinificaron en pequeñas chuicas (bombonas grandes de vidrio); ahí aparecieron las características propias de los cepajes. Luego vinieron los años 80 con una crisis espantosa: el litro de vino costaba menos que un litro de agua y se trajo la moda de los parronales de Argentina. Los blancos bajaron calidad. De las 120.000 hectáreas de viñedo que teníamos en Chile, quedaron 65.000 y las estructuras de los parrones se pasaron al kiwi. Después se empezó a plantar en mejores lugares…Entonces un día le dije a la Claudia vamos a buscar algo para comprar en Traiguén y le pedí ayuda para conseguir el lugar a su papá”.

«Tengo miedo porque el clima comienza a cambiar, no tanto en el calor»

El resto de la historia ya se las contamos. El lugar elegido dentro del campo de don Alberto Levy, suegro de Felipe, está justo donde él soñaba construirse una casa, tranque y huerta para su señora. Las plantas de chardonnay las hizo Felipe con estacas que consiguió de un amigo.

“Si comparamos Traiguén con Casablanca”, explica Felipe, “donde hay menos lluvia, temperaturas más altas y más presión de humedad por la vaguada costera en la mañanas, durante época de maduración, todo el ciclo se da dos meses más tarde; si ahora están en plena floración, nosotros no vemos una flor hasta mediados de diciembre».

Pueden seguir leyendo el reportaje en www.7canibales.com.

Fuente: 7Caníbales.com

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