EL VIÑEDO QUE NOS UNE (ENTRE VIÑEDOS)
Nuestro cronista de película Maximiliano Mills nos cuenta sobre la película francesa, actualmente en Festival de Cine Wikén, que rompió uno de sus prejuicios sobre cine. Aquí nos responde sí vale la pena o no ir a verla (sabiendo o no de vinos).
Debo admitirlo de entrada; no me gusta ese subgénero llamado Cine Arte, Cine Europeo ni mucho menos el admirado Cine Francés. No lo estoy menospreciando. Solo es que no me llega. Es algo de piel. De tiempos. De infancia. O de idiomas. Por esto, mi alegría inicial al saber que en enero el “Festival de Cine Wikén” incluía entre su cartelera un -película sobre vinos “El Viñedo Que Nos Une” (hasta hace poco en Cine El Biógrafo, bajo el nombre «Entre Viñedos«). Pero ese entusiasmo se vino abajo cuando supe que era una… película francesa. De inmediato pensé que a los franceses se les ocurrió una película sobre vinos para competir con la ahora icónica “Sideways”, que trata sobre los viñateros de California.
De todas maneras, como el único comentarista de cine en Chile especializado en películas y/o documentales sobre vinos, pensé: tengo que ir a verla aunque sea una tortura del aburrimiento. Y de manera precisa como dice la canción, “sorpresas te da la vida”, esta película no solo me sorprendió… ¡Me fui de espaldas porque es una catedral poética de un cine hermoso ya olvidado!
Alexander Payne es el director detrás de “Sideways” y lo que más aprecio en su manera de construir cine es como transforma a los actores en seres cotidianos que olvidan la presencia de una cámara (el mayor ejemplo ocurre en la película “Los Descendientes” donde Payne humaniza a la mega-estrella George Clooney). No sé si Cédric Klapisch, el director de “Ce Qui Nous Lie” (nombre original de la película en francés), aquí lo replica de manera consciente, es un homenaje o se adscribe al estilo de Payne para dirigir a sus actores. Solo créanme que de ninguna manera es una copia. Klapisch aquí esculpe sus personajes hasta casi conseguir traspasarte sus angustias existenciales.
La historia tiene una base simple donde narra el momento de inflexión en la vida de tres hermanos, cuando el mayor Jean (Pio Marmaï), después de estar ausente por diez años regresa a Borgoña cuando le avisan que su padre ha enfermado. Reuniéndose en la casa familiar con sus hermanos menores, Juliette (Ana Girardot) y Jérémie (François Civil), tienen que reencontrarse y afrontar los cambios que se avecinan.
“Hacer vino aquí no tiene nada que ver con hacer vino allá en Australia. Aquí no hacemos vinos para dentro de dos años. En Francia haces vino para dentro de diez o veinte años” ~ dice Jean a su esposa Alicia.
Las personas que adoran el vino tendrán variadas razones para querer esta película. Los valles de la Borgoña están retratados con prolijidad y belleza a través de las cuatro estaciones del año. Es una historia de “seres normales con problemas de ricos”; personajes creíbles y familiares que no solo trabajando con el vino cimientan su vida, sino que han crecido entre viñedos por lo que cuidarlos, cosecharlos y embotellar sus mostos es todo lo que saben y todo lo que quieren hacer durante su existencia en este planeta. En este lugar crecieron porque es una propiedad que su abuelo le traspasó a su padre.
Los actores están dirigidos de forma excepcional porque actúan naturalmente… como si estuvieran contando su propia historia de vida. La fotografía del paisaje es espléndida y delicada, con tomas grandilocuentes y otras casi a nivel microscópico. Además de que en forma excepcional, el director Klapisch usa encuadres con “lapso de tiempo” sin abusar de esta herramienta e incorporándola de manera artesanal y didáctica. Y casi como una rareza, Klapisch despliega una elegancia no invasiva muy inusual cuando recurre a los raccontos para hilvanar las historias de los tres hermanos, separadas por las décadas que existen entre la infancia y la adultez.
Ahora en que cada vez estoy más desencantado de las películas creadas en el Siglo XXI (cuyos ejércitos de Efectos Generados por Computadora son capaces de crear cualquier realidad, pero aún no saben contar una historia atractiva), esta película me devolvió la fe en que el cine humano, bello y cercano aún brota desde el corazón de guionistas y directores que se dan el tiempo para tallar en piedra este tipo de historias conmovedoras. Me fascinó esta película y creo que hará germinar una pronta visita a Francia en las personas que aman el vino y su cultura.
El guión pudo haber caído en la jugada fácil y sentimental de transformarse en una seguidilla de bombas lacrimógenas debido a los conflictos que afloran con el regreso del hermano mayor. Pero esto no ocurre. Al contrario. En las casi dos horas de extensión que tiene “El Viñedo Que Nos Une”, los ojos se mantienen secos pero el espíritu se expande. Sí, el vino es una experiencia del alma y preservar un viñedo a veces puede equivaler a una reclusión de un año dentro de un Ashram en la India. Hogar es donde tu estás en equilibrio.
¿Y es necesario saber de vinos para poder apreciar en su totalidad “El Viñedo Que Nos Une”?
Para el espectador neófito, lo llevará de la mano en un paseo entre parras hasta bodegas subterráneas, donde aprenderá acerca de todo lo que existe antes de que se descorche una botella. Al conocedor aficionado de los vinos, el guión le habla como a un igual, tanto de plagas como de despalillado y uso de barricas ¿Y al viñatero y al enólogo? Mientras disfruta del recorrido por viñedos centenarios y cavas de familia, lo hará cuestionarse o regocijarse por haber escogido una de las profesiones más dignas y antiguas de la historia: agricultor y creador de un ser vivo… esa poesía llamada vino.
Ver aquí el trailer
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3 comentarios
Luis Venegas Maldonado dijo:
Quedé totalmente motivado, como amante del vino y conocedor, desde mi padre enólogo, la iré a ver seguro.
Francesca dijo:
Me interesa! Pero ahora en qué cine la están dando? Ya no está en el biógrafo
DECANTADOS, ENVASADO EN UN HECHO REAL | WIP dijo:
[…] Entre Viñedos” […]