Publicación: 24 diciembre 2018

LA MUJER DETRÁS DE «PIPEÑO, UNA MEMORIA QUE PORFÍA», APORTE AUDIOVISUAL DEL AÑO

Conversamos con Paula Mariángel Bahamonde, antropóloga que dio vida y sentido al hermoso y crudo documental  sobre el antiguo oficio vitivinícola detrás de los Pipeños del Itata; tradición y cultura a punto de desaparecer.

«Pipeño. Una memoria que porfía»  es un documental dirigido por Marcelo Gotelli, creado a partir del foto-libro «Viñas y Toneles del Itata. Patrimonio, Memoria e Identidad en la producción del vino Pipeño» editado el año  2016, por las antropólogas e investigadoras Paula Mariángel y Marcela Bahamonde. Esta inédita pieza audiovisual, que  pudimos ver en Santiago un par de semanas atrás,   capta las historias y vivencias de los protagonistas del mundo campesino del Valle del Itata; donde se produce este vino chileno artesanal, cuyo valor histórico no reside solo en su elaboración y  técnicas, sino en los saberes y tradiciones que engloba y transmiten sus ya viejos hacedores. Conversamos con Paula Mariángel para saber más del proyecto que consideramos en WiP ser el gran aporte audiovisual del año. 
Paula Mariángel Bahamonde

¿Paula, cómo llegas a interesarte en los pequeños productores de Pipeño del Itata?

Mi encuentro con el Valle del Itata se dio a través de ONG CETSUR cuando me integré como parte de su equipo permanente en el año 2007. Por aquel entonces, nuestro colectivo ya había priorizado a este territorio para el desarrollo de iniciativas asociadas con biodiversidad, agroecología y sustentabilidad. Mediante el Programa de las Escuelas de Artes y Oficios realizamos una prospección en oficios tradicionales, motivados por el reconocimiento y reactivación de los sistemas de saberes locales vinculados al arte agrícola, y desde allí conectamos con el oficio vitivinícola. Nuestro acercamiento fue paulatino y poco a poco fuimos complejizando nuestras preguntas y reflexiones hasta llegar al vino Pipeño como elemento síntesis o símbolo de un territorio y de los procesos productivos que allí se desarrollan, identificando otros oficios (tonelería, culinaria campesina, artesanías diversas, construcción en adobe, entre otros). Saberes y memorias escondidas ante el ojo más superficial, y reconociendo también tensiones para su reproducción y sobrevivencia.

¿Cómo basas tu investigación?

Nuestra investigación ha sido parte de un proceso reflexivo de carácter colectivo que ha madurado en el tiempo. Nuestras primeras preguntas surgieron ante la ausencia de la historia vitivinícola de este territorio como parte de la Historia del vino chileno, aquella relatada en libros y escrita con plumas doctas. Nos parecía muy evidente la negación de esta historia, pero a la vez consistente con el estereotipo construido en torno al vino Pipeño como el vino de los pobres o del bajo pueblo, tal como diría Gabriel Salazar. Esto a su vez se conectaba con la existencia de un modelo económico rapaz ante las pequeñas economías campesinas, representado por un modelo forestal extractivista y por la relación de dominación de la agroindustria vitivinícola para la definición del mercado del vino. Pintando así, un escenario absolutamente desfavorable para las comunidades. Sin embargo, la vitivinicultura tradicional seguía existiendo y la profundidad identitaria de este sistema se manifestaba en cada rincón del paisaje y en la vida cotidiana de sus habitantes. Tal como nos decía don José Ruiz del sector Magdalena en Coelemu:

“Yo sigo produciendo vino, aunque no lo pueda vender y me tenga que comer toda la uva, voy a seguir hasta que me muera porque esto es lo que yo sé hacer”.

 

Realizamos entonces un recorrido por las memorias del vino Pipeño en el Valle del Itata, abriéndose ante nuestros ojos un complejo sistema de tradiciones, saberes y experiencias que han dado cuerpo y significado a un territorio a lo largo del tiempo. Ello, pese a estos intrincados procesos de transformación, moldeamientos, adaptaciones y resistencias… En los últimos años, la institucionalización de un discurso contemporáneo que estandariza la noción de patrimonio en torno a la tradición viñatera, también llamó nuestra atención.

Veíamos la creciente existencia de un giro en la mirada del mercado vitivinícola para efectos de su comercialización: ponía en riesgo un patrimonio colectivo a partir de una especie de ejercicio de disección que rescataba la historia legendaria del territorio y las cepas antiguas, pero anulaba a sus actores, el proceso productivo y todo lo que allí acontecía. El abolengo del vino Pipeño reaparecía como por arte de magia, pero despojado de la memoria de las damajuanas y cañas de las añosas cantinas, instalándose en los paladares y copas de la elite y generando un peligroso nuevo exilio para sus centenarios sostenedores, las comunidades campesino-populares.

¿Qué detectas, un problema, una necesidad, un patrimonio en peligro?

Yo diría que detecto estos tres ingredientes, y por ello creo que es sumamente necesario que exista un rescate y reconocimiento no sólo de una tradición vitivinícola ancestral sino también de un sistema cultural que lo respalde con personas, familias y comunidades que desde varias centurias han elaborado este tipo de vino. Justamente, y como parte de nuestras últimas reflexiones, creemos que son ellos los llamados a administrar esta riqueza patrimonial, ya que no sólo se trata del reconocimiento de un patrimonio históricamente negado, sino también de la relevancia de que los sistemas de conocimiento producidos en el territorio sigan en manos de sus protagonistas, los/as campesinos/as, quienes le han dado cuerpo y vida a esta tradición.

 

¿Qué decides hacer con ese material? ¿Con qué fin?

Esperamos que este documental genere preguntas y discusiones en relación a las implicancias que viven hoy los conocimientos y prácticas productivas tradicionales en el contexto de la hegemonía global. Por sobre todo nos motivan las reacciones de los propios viñateros, quienes al verlo se han sentido muy identificados. Desde esta perspectiva, creemos que recuperar la memoria oral en torno al vino Pipeño contribuye a reescribir una historia anclada en lo hegemónico, incorporando voces no reconocidas y, por lo tanto, en peligro de ser absorbidas, asimiladas y desmanteladas. Y volver a situar la memoria en el presente genera resignificaciones importantes en las comunidades, vuelve a aflorar la emoción colectiva, la autoestima y el valor por lo propio, pese a que se les ha hecho entender que sus conocimientos son insuficientes.

 

¿Que te gustaría que pasara con los pequeños productores de Pipeño, y sus toneleros, qué debería pasar para que eso ocurriera?

Nuestra mirada tiene que ver con la ruralidad en su conjunto y creemos necesario que aquello que la ruralidad ha sido durante siglos no se reduzca a una dimensión económica-productiva como está ocurriendo hoy, sino que se constituya como una dimensión donde puedan continuar perviviendo relaciones no instrumentales con la naturaleza, además de sentidos de vida y conocimientos suficientes para alcanzar un Buen Vivir. Es decir, una vida con dignidad, donde exista autonomía para definir cómo se quiere vivir. Hoy en día las comunidades viven un fenómeno progresivo de pérdida de capacidades para mantener y proyectar su territorio bajo consideraciones ecológicas, culturales, sociales y económicas pertinentes, de tal forma que las nuevas generaciones puedan hacer uso de ella. La migración sigue siendo  la alternativa para mejorar los ingresos y acceder a una educación que posee una orientación absolutamente urbanizante.

 

¿Cómo ayudar desde  el otro lado?!

Primero, creo que es necesario desarrollar una cultura del respeto hacia la diversidad que trascienda la habitual actitud de consumidores del patrimonio que hemos desarrollado. Ello parte por reconocer que existe un sistema de conocimientos alejado de las aulas y de las ciencias enológicas, que ha sabido producir y sostener variedades de vinos por casi 500 años y por ello, merece nuestro reconocimiento. ¿Por qué no pensar que los viñateros, especialistas en la producción de vino pipeño durante toda su vida, merecen estar a la altura de los formadores de nuevas generaciones de productores de vino? Esto implica repensar entonces las tendencias de la intervención hacia el mundo rural y permitir que los territorios y sus comunidades puedan definir sus orientaciones de futuro. Hoy claramente esto choca con una dura realidad donde las asesorías enológicas tendientes hacia la industrialización del vino son permanentes; donde no existe apoyo para la mantención de sistemas productivos de carácter artesanal y donde son cada vez más las familias que viven de la venta de uvas a precios miserables para alimentar a la agrodindustria.

 

¿Dónde podremos ver «Pipeño, memoria de porfía»?

Nuestra idea es subirlo a yotube en el corto plazo, pero primero nos interesa postularlo a algunos festivales de documentales, así es que esperamos dedicarle tiempo a eso dentro de los primeros meses del 2019. Para quienes se interesen en adquirir un DVD pueden comunicarse a contacto@cetsur.org.

Haz click acá para ver el teaser del documental.

 

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