ALICE EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Publicado el 09 abril 2021 Por Mariana Martínez @reinaentrecopas

Nacida en Australia, con apenas 33 años, La Gringa está haciendo fantásticos vinos naturales en Itata; sin embargo, su gran misión aquí es otra. Sobre ella y sus vinos, les contamos hoy en WiP.cl.

@StrangeGrapes es el nombre que eligió la australiana Alice L’Estrange, para su portafolio de vinos naturales nacidos en el Valle del Itata y Biobío. Un valle al que ella llegó, hace ya varios años buscando vinos naturales de Latinoamérica con el fin de exportarlos a casa. Este viaje, junto a su entonces socia, había comenzado en el 2015 por Argentina. Esto, nos contó Alice, con su acento español ya bien chilenizado, a través de Zoom gracias al Conversatorio #7 organizado esta semana por Grudsky Selection. Pero como en Argentina, no llegaron a dar con los vinos que buscaban, siguieron rumbo a Chile. Acá arribaron justo para la vendimia e hicieron sus primeros vinos del Itata.

«Cuando llegamos al Itata, dice detrás de la pantalla esta joven de 33 años, descubrimos cepas escasas en el mundo y sus maravillosas parras de 250 años,».

Entonces, eligieron llevarse los vinos naturales de Roberto Henríquez, Cacique Maravilla, Mauro González, Huaso de Sauzal, González Bastias, Emeric de Montignac y Aupa. Alice recuerda esos años como si fueran mucho tiempo atrás, pero en realidad fue apenas en 2019. Entonces, cuenta, se llevó a Mauro, Cacique y Roberto a Australia. «Nadie había escuchado de los vinos naturales chilenos y fue muy duro abrir mercado, porque allá quieren vinos naturales pero franceses o italianos. En Chile pasa lo mismo, porque tampoco conocen sus propios vinos».

Pero exportarlos no fue suficiente, Alice, ahora por su cuenta, volvió para quedarse. De su amiga y socia enóloga, cuenta, aprendió todo lo que necesitaba para hacer propios vinos. Los que probamos esta semana, y nos dejaron fascinados; también, su plan o misión encubierta.

«Lo que más veo en la zona, dice Alice, es potencial. Todos mis amigos están heredando viñas muy viejas. La País se compra a $100 y Moscatel a $130, pero cuesta desde $200 pesos producirlas; por eso cada año pierden plata. Para reducir costos y facilitar trabajos, han usado productos químicos por años, o tienen que vender sus campos a forestales… Me da rabia y pasión a la vez lo que veo, y como me encanta hacer vino, es la razón por la cual los quiero hacer acá».

«Lo bueno, dice, es que ya estoy viendo una revolución; y estoy viendo también gente de fuera que viene a comprar uva y terrenos. Ahora mis amigos también ven la posibilidad de volver a producir vino. Implica un cambio cultural muy fuerte, por eso es muy importante que alguien llegue de afuera y valore su trabajo. Por eso, lo que quiero hacer, más allá de vinos, es darle ánimo a los jóvenes para que hagan sus propios vinos; vinos auténticos. Mi enfoque, agrega, es encontrar productores que no han exportado aún y usar mis contactos para vender sus vinos…

Lo que más me interesa, es abrir esta puerta para quienes están haciendo vinos bakanes. «Me siento afortunada de estar acá».

Este año, con la cosecha 2021, Alice triplicó su propio volumen de producción, ello gracias al trabajo con productores chicos. «Pago buen precio, tres o cuatro veces lo que suele pagar el mercado, explica Alice. Es para que puedan hacer la transición y volver a hacer lo que sabían hacer». Este año, cuenta además, es genial ver como todos están haciendo pét-nat (espumantes sin licor de tiraje).

No sólo los vinos Alice L’Estrange son poemas inspiradores, también lo son sus etiquetas. Alice cuenta que se trata de ilustraciones creadas por mujeres, cuyo trabajo siempre busca apoyar.

En la degustación por Zoom, uno de los participantes definió sus vinos como pulcros, y fue un descriptor que todos después quisimos utilizar, porque si hay algo lindo y grande de destacar dentro de la tendencia de los vinos naturales (con la mejor intervención posible del hombre), es justamente que sean pulcros después de atreverse a utilizar lo menos posible la tecnología en beneficio de su sanidad/calidad.

Pipeño Pastiche y La Cargadora, dos de los vinos de Alice L´Estrange nacidos con uvas de Coelemu, Valle del Itata.

LOS VINOS DE STRANGE GRAPES/UVA CULTIVADA POR SOLEDAD CAMAÑO

ALICE L’ESTRANGE PIPEÑO PASTICHE 2019. Lo primero que explica Alice de este vino de color amarillo cobrizo turbio, de intenso perfume a flores y damascos, con una boca voluptuosa, seca seca, de deliciosa acidez y garra en su final, es que quería hacer un Pipeño blanco; igual al arte Pastiche, que une varios estilos viejos, para hacer uno nuevo. Así, esta mezcla es 60% de Moscatel fermentado con sus orujos, y 40% de Corinto o Chasselas con maceración carbónica; cepas que a los 8 meses se unieron en barricas usadas para su guarda por un tiempo más. Su mayor alegría, cuenta Alice, fue escuchar que sus amigos le decían que tenía el mismo aroma a los Pipeños de sus abuelos y que a su vez, le diera placer a los más viejos. Sus aromas muy complejos, con cierta oxidación, cree se debe a que el vino estuvo bajo velo de flor por unos 6 meses. La mala noticia, es que esta fórmula no la repitió el 2020, tampoco el 2021. El 2020 mezclará Corinto y Torontel pero sin orujo, y el 2021 fermentará el Corinto en tinajas. Pastiche se ha dicho. Precio $10.000.

ALICE L’ESTRANGE LA CARGADORA 2019 es un muy particular tinto ligero de Cinsault, de un color rubí ligero, turbio; de nariz muy austera, igualmente parco en dulzor y sabor a frutas rojas o negras, en su paso por la boca. Seco, y de cierto amargor final, este es sin duda un Cinsault para tomarse en serio. Con poco tanino, pero rústico en su final, es sabroso, largo y filoso. Para volver a él despacio, una y otra vez. Precio $10.000.

¿Cómo lo hizo? Con uvas muy sanas (secreto de todo vino natural pulcro) despalilladas y luego fermentadas con sus piles en tanques de acero. Más tarde, también con su guarda en acero. Siempre, con mucho oxígeno y bajo su velo de flor por ocho meses.

El tercer vino que Alice tiene en el mercado, pero que no probé, es el llamado Frutilla. Se trata contó Alice, de un rosado de Cinsault que huele y sabe a eso, a frutilla. El resultado, embotellado en época de frutillas y tapado con tapa corona, sí parece ser un vino para no tomar en serio, sí por jarras; de muy rica acidez, jugoso y muy frutal. Precio $10.000.

Frutilla no tiene etiqueta, sólo un dibujo a mano de una frutilla sobre la botella. Los otros dos, en cambio, como les comentamos antes, son de artistas mujeres, y locales. Amanda Saldivia @amanitas.1 es la artista de «Nuevas cartas Portulanas» de La Cargadora. Claudia Rivera@claudiariveravaldes, es la autora de «Estado de Quietud» de Pipeño Pastiche.

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