LA RESILIENCIA DEL ITATA FRENTE A LA VENDIMIA 2023

Publicado el 24 febrero 2023 Por Mariana Martínez @reinaentrecopas

Conversamos con viñateros afectados en terreno por incendios 2023. Historias, aprendizajes y retos para hacer vino con uvas que esperan ser cosechadas.

Valle del Itata, febrero 2023.

Jorge Cotal, conocido como el Rey de los pet-nat, tenía su casa, bodega y viñedos en Leonera, Guarilihue Bajo, el sector con mayor proporción de viñas afectadas por el fuego de la comuna de Coelemu. No estaba en el lugar el 02 de febrero. Ese día, las llamas tomaron todo por sorpresa, quemando más de 20 casas. Jorge había ido con sus padres al médico, pasaron la noche en la ciudad. Agradece no llevar ahora a cuestas el trauma de haber estado. También, toda la ayuda económica que han recibido;  la ayuda de los amigos y viñateros que vinieron. Hasta la fecha solo en GoFundMe Jorge y Familia han logrando recaudar más de US$ 14.500. De la bodega -donde nos encontramos- quedan las paredes de adobe que había construido su abuelo y los cimientos de cemento que puso su padre para apoyar las cubas de raulí, y que ahora le servían a él con el mismo fin para sus barricas de roble.

Jorge Cotal frente a su bodega, legado de tres generaciones de viñateros.

Como un milagro, o una señal, vemos en la fachada de la bodega  intacto el cartel que identifica la viña; sobre la tapa de una barrica está pintado un conejo. Del techo nuevo, puesto el mismo año pasado y la cocina a la vista, no quedó nada.

“Los de Itata somos resilientes, dice Jorge. Somos duros de matar. Hace tiempo que la uva se vende a precios de huevo, no es rentable, pero los viejos que aman sus viñas y es su forma de vida, la siguen vinificando aunque no ganen plata. De ahí ese espíritu mío. Es una forma de vida, no es un hobbie… Yo voy a seguir y si me pasa de nuevo, que se queman todas las parras que tenga como ahora, volveremos. Todavía estoy pensando cómo hacer los trabajos para sacar todo arriba. Primero reconstruir la casa. Hay mucha ayuda, han llegado organismos a hacer levantamiento y es probable que la ayuda llegue rápido para poder estar acá con mis viejos”.

Desolador paisaje alrededor de la bodega de Jorge Cotal. El fuego llegó sin aviso por el bosque de eucaliptos.

La segunda prioridad, agrega Cotal, será la bodega y el proyecto de vinos. “Se viene vendimia, teníamos un plan de trabajo para vendimia junto con Beto (su compañero en la bodega) para envasar. Estaba antes del incendio haciendo degüelle de los pet-nat y planificando cuánta uva íbamos a necesitar para aumentar un poco la producción. Todo eso queda en cero, ahora hay que ver el reinicio de nuevo programa. Hasta ahora he tenido productores que me han ofrecido uva para vinificar.  La idea es no perder el año. El riesgo de un vino ahumado va a estar, porque el humo está por todos lados. Sabemos que el humo sale más con el tiempo en botella, por eso hay que hacer vinos frescos que se tomen rápido, de menor grado y más acidez».

«La idea es no perder el año. El riesgo de un vino ahumado va estar, porque el humo está por todos lados. Sabemos que el humo sale más con el tiempo en botella, por eso hay que hacer vinos frescos que se tomen rápido, de menor grado y más acidez».

Marcos Hinojosa perdió todo, incluidos sus documentos

En el mismo sector Leonera,  Marcos Hinojosa, productor de vino a granel  y vendedor de sus uvas a poderes compradores, no tiene ningún plan a futuro. No sabe por dónde empezar. Para identificarse nos muestra un cartón con su nombre y número de rut. Se le quemó todo. En 2010 se le había caído la casa en el terremoto. Compartía pared entre bodegas con la de su hermano. Los viñedos a pasos de la plataforma de cemento que queda, están achicharrados. Como Marcos, que no embotella, varios productores de uva afectados por incendios, adultos mayores y con alguna enfermedad, están en la misma situación. El matrimonio Silva-Neira, por ejemplo.

En sector Leonera Alto, vemos bosques consumidos por el fuego y viñedos afectados por las llamas en diferentes grados.

De visita al sector Leonera Alto, en la cima posterior del pequeño valle de Guarilihue, llegamos hasta donde se encontraba la casa y bodega de los Silva-Neira; un matrimonio al que asesora el enólogo de la municipalidad de Coelemu, Demy Olmos. Allí conversamos con Aurora Centeno Neira, la hija mayor de doña Aurora, quien ahora dirigía las obras para aplanar el terreno y poder volver a construir de nuevo por primera vez en una explanada más cómoda para sus padres. Muy afectados por lo ocurrido, sin nada, se los llevaron a Santiago.  Alrededor de olivos, manzanos quemados y una gran palmera en el suelo, llegamos hasta sus viñedos centenarios alcanzados por las llamas. «Mientras no esté mordido por el tronco, explica Aurora, hay opción de que se recuperen».

Aurora Centeno Neira, atendía las obras para aplanar el terreno donde sus padres tenían casa y bodega.

El padre de mi abuelo ya tenía estas parras, nos relata quien es dueña de un delivery de sushi en la Región de Valparaíso. Mis padres empezaron a hacer vino con la zaranda, luego tuvieron un poco más de tecnología, hasta que llegaron las máquinas eléctricas que se quemaron ahora. Esto que pasó es una pérdida enorme para el viñedo, la bodega y para mis padres quienes hacían vino y lo vendían a granel. Los recipientes en que guardaban el vino estaban llenos; los contendores de plástico se derritieron, el contenido simplemente desapareció. Se perdió por completo la cosecha 2023”.

Aurora no sabe cuántos viñedos hay. Cree haber escuchado hablar de más de 13 mil plantas en un terreno de 2 hectáreas.

Entre viejos País, Cinsault y Moscatel, se ven algunas plantas más quemadas que otras; unas siguen con sus brotes verdes, otras muestran racimos perfectos de color vibrante pero sus hojas están completamente chamuscadas.

Entre viejos País, Cinsault y Moscatel, se ven algunas plantas más quemadas que otras; unas siguen con sus brotes verdes, otras muestran racimos perfectos de color vibrante pero sus hojas están completamente chamuscadas.

Viñedo de Moscatel, arrasado por llamas a días de su cosecha en propiedad de los Silva-Neira.

Avanzando cerca de allí, en dirección a  la Cordillera de los Andes, por  Magdalena (correspondiente a lo que fuera  la antigua hacienda del mismo nombre) llegamos caminando hasta los viejos viñedos de la familia Arteaga, a través de un bosque de eucaliptos completamente quemado. ¿Qué tan viejas son estas parras de País y Moscatel que se levantan entre la maleza como monumentos? No se sabe. Sí, que existen viñedos allí desde la época de los jesuitas. Lo largo y grueso de sus troncos delatan más de un siglo.

 

Viñedos centenarios en Magdalena. Un legado que se salvó de las llamas.

 

No han corrido la misma suerte nuevos viñedos de Cinsault en lo alto de ladera. En este sector, con vista a los volcanes que ahora no se ven por el humo que nubla todo a la vista, la familia Arteaga -García estaba construyendo Casa Sua,  una refugio donde la cocina y el vino serían el punto de encuentro. Su nombre (Sua) paradójicamente significa fuego. Clara García, hija del matrimonio, junto al también arquitecto Mirko Grandón, proyectaron la casa con maderas quemadas, un antiguo método japonés llamado yakisugi. Las llamas que llegaron desde el Cinsault y la quebrada con bosque nativo, se detuvieron justo debajo de la casa. No le pasó nada. Fuego – contra – fuego dice Clara, convencida de la relevancia de esta materia prima que está en todo el rededor;  por donde se mire.

 

Lo que más le duele a Clara madre, por sobre la bodega de vinificación que tenían «mientras tanto» más abajo, es el bosque nativo y los árboles con que ya la estaban reforestando. “Crecen más lento y sus suelos más húmedos retardan más el fuego que las especies forestales, ahora hay que recuperarlos. Estábamos armando copihueras, teníamos enredaderas de queule, alcornoques, peumos, maitenes, boldos, robles, arrayanes y puyas muy antiguas… Ya no están, pero estamos nosotros», nos dice con esperanza.

Cinsault en sectores de Magdalena donde no llegó el fuego. Paradójicamente, para los mas ecologistas, los viñedos que no tenían pasto por uso de herbicidas tuvieron más oportunidad de no quemarse.

Dentro de lo perdido, Clara (la única hermana que embotella el vino que se elabora con las uvas de lo que era la hacienda Magdalena) agradece que sus hermanos les van a aportar sus cosechas 2023 sin daño para poder vinificarlas este año. “Es curioso -reflexiona parada sobre las cenizas del Cinsault que estaban manejado orgánicamente- a veces la familia se distancia por un metro de límite, por un cerco, esta vez se quemaron lo cercos y nos estamos abrazando en torno a eso”.

… a veces la familia se distancia por un metro de límite, por un cerco, esta vez se quemaron lo cercos y nos estamos abrazando en torno a eso”.

Por donde se mire, los bosques de pinos o eucaliptos flanquean los viñedos, el paisaje; todo, en medio del humo de incendios aún activos no tan lejos.

Walter García, esposo de Clara, y socio de La Kura Wines  es ingeniero forestal, desde su rol como asesor para proyectos de manejo de bosques, nos dice:  “Desde 2017 hasta la fecha claramente se avanzó en tema de regulación de planes de manejo de Conaf, en los que hay normas para los propietarios que van a cosechar sus bosques y van a volver a reforestar tienen que ir cumpliendo normas en cuanto a franjas libres de vegetación, corta fuegos y densidades del bosque para evitar que haya peligro para las comunidades. En eso se ha avanzado, lo puedo decir yo como consultor forestal. Sí falta por avanzar respecto a regular grandes extensiones de plantaciones, hay que hacer quiebres: lo que se denomina paisaje heterogéneo. Quiere decir otros cultivos alternados, un viñedo entremedio, por medio ejemplo. Eso va a evitar seguramente muchas de las situaciones que estamos viendo ahora».

Aunque hay muchos incendios provocados, sabemos que el 99% de los incendios son ocasionados por el nombre, agrega Walter. «Eso quiere decir que si tuviéramos una cultura forestal sería diferente… No se puede andar prendiendo fogatas, no se puede jugar con el fuego. Además, están los basurales clandestinos, sobre todo en sectores rurales y que son un gran tema. Yo creo que tenemos que avanzar, porque creo que todos tenemos como vecino a una empresa forestal y esta actividad en Chile es muy importante. Si hay que mejorarla, mejorémosla”.

En medio del bosque de eucaliptos, llegamos a los viñedos centenarios de la familia Arteaga (sector Magdalena).

Sobre los aprendizajes, nos dice Walter: «Nosotros por ejemplo estábamos haciendo un cultivo regenerativo, sin arar ni herbicidas químicos,  y nos dimos cuenta que dejar vegetación en el viñedo entre medio nos complica.  Entonces, para el otro año vamos a cambiar y vamos a empezar a arar para eliminar totalmente malezas. Así vamos a tener un suelo limpio y despejado sin uso de herbicidas. Muchos de los agricultores que usan glifosato, en cambio, no tuvieron problema. No hubiéramos tenido el daño que tuvimos, si no hubiéramos tenido la maleza».

Paradoja: «Muchos de los agricultores que usan glifosato, en cambio, no tuvieron problema. No hubiéramos tenido el daño que tuvimos, si no hubiéramos tenido la maleza».

Daniela de Pablo en la entrada de su casa, Viña Mingaco, sector Chekura, comuna de Coelemu.

Lo mismo ocurrió a los viñedos de Mingaco, cuyos dueños se han convertido en representantes de la permacultura entre bodegueros de la zona. Daniela de Pablo, desde su casa y bodega adjunta construidas con madera y barro -lo único que salvaron porque los protegió el bosque nativos- nos cuenta que en sus viñedos del sector  Chekura también llevaban años trabajando en regenerar el suelo, sin arar. Los pastos secos entre las hileras y los frutales fueron el mejor combustibles para las llamas. «Vamos a tener que replantearnos qué hacer – comenta Daniela con gran frustración- porque claramente puede volver a pasar en cualquier momento».

Viñedos y sus uvas blancas quemados por el fuego en lo alto del sector Chekura.

«Esto va más allá del calentamiento global, dice Daniela, depende del manejo de los predios agrícolas y forestales, de la falta regulación, la falta de conciencia de un colectivo donde cada uno hace lo que place sin tener conciencia de lo que ocurre más allá de su terreno.  Se trata de tener policultivos, trabajar la regeneración de suelos, trabajar con redes húmedas, crear ojos de agua, incluir el pastoreo, tratar de regenerar lo más rápido posible. Porque vimos que cuando el fuego llegó a la parte donde hay más biodiversidad,  no continuó, sí donde había cultivo regenerativo desde tan sólo pocos años, donde faltaba más trabajo aún».

El plan hoy se n Mingaco es terminar la bodega y su cocina donde planifican dictar talleres de cocina y agricultura regenerativa. No tienen uvas 2023 al menos por ahora para vinificar.

Esto va más allá del calentamiento global, dice Daniela, depende del manejo de los predios agrícolas y forestales, de la falta regulación, la falta de conciencia de un colectivo donde cada uno hace lo que place sin tener conciencia de lo que ocurre más allá de su terreno.

Deysi Villagrán recorre su bodega 2, la que construyeron con fardos de paja y funcionaría con paneles solares. No llegaron a mudarse, ni la llegaron a inaugurar.

En el sector de Buenos Aires Portezuelo, llegamos hasta donde tenía su casa Deysi Villagrán y su esposo Daniel González Silva. El matrimonio fundó la Viña Altos del Valle. En el mismo terreno, donde se habían instalado -al regresar a vivir de nuevo con la familia materna desde Santiago- ya tenían terminado un hostal completamente equipado y todo lo que había en su bodega 1,  a punto de ser mudado a la recién terminada bodega 2; construida ésta, por cierto, con fardos de paja y paneles solares para abastecer de electricidad. No quedó nada de ninguna. Por supuesto, dice enfática Deysi, no volverán a construir con fardos de paja.

A parte, nos comenta que no sabe qué hacer con el paisaje. «Los árboles alrededor de las construcciones estaban para el embellecimiento, pero vimos ahora que son un peligro mayor».

Bosques quemados a ambos lados del camino nos reciben en Buenos Aires, comuna de Portezuelo.

Deysi tampoco estaba cuando la noche del 28 de enero el fuego arrasó con todo; incluido su auto. «Lamentablemente ocurrió el incendio y quedamos con nada. Pero ya nos han hecho llegar mucha ayuda y cariño, y nos hemos reorganizado. Ya estamos pensando más en el pasado que en el futuro. Tanta ayuda, incluso recibimos ofrecimiento de uva para poder vinificar este año; tanto cariño nos ratifica que hemos hecho las cosas bien. Han venido de Sercotec, Corfo, el Gobernador, los Seremi, Ministro de Agricultura, todos muy atentos a los que hemos sufrido daños por los incendios de una u otra manera. El viñedo del vecino, quedó en pie del otro lado del camino que conduce a Portezuelo, se quemó en las orillas. «La producción está contaminada por el humo, no sabemos qué va a pasar con eso», comenta Deysi.

Otra cosa es la incertidumbre. «Tengo la camioneta con mercadería, con ropa, y un colchón para poder salir con vida. Es parte de… Los incendios se escaparon de las manos porque fue en muchos lugares al mismo tiempo… Se comenta mucho que un vecino a doce kilómetros estaba quemando pastizales, se le arrancó de las manos y el viento hizo lo suyo».

Nos cuenta Deysi sobre el futuro. «Ya estamos trabajando. Decidimos no armar bodega este año pero sí vamos a vinificar en un espacio prestado. Y ya embotellamos más vino 2022 con ayuda de nuestro asesor Víctor Vargas. Vamos a cumplir con todas las ferias que tenemos programadas para el año…. Lo frustrante es tener que volver a pedir todo prestado cuando ya teníamos nuestras propias cosas. Pero todo lo que hemos aprendido hasta acá, todos estos años,  ya valen demasiado.  Su viña Altos del Valle será beneficiada con la campaña una Ayudaita para los viñateros del Itata, organizada por www.vitawines.cl

Lo aprendido un año atrás...

José Sepúlveda recorre los potreros sin pasto alrededor de la casa. Las ovejas se lo han ido comiendo intencionalmente antes de que llegara el verano 2023 para proteger las casas y bodega.

A la entrada del Valle del Itata, pasado Portezuelo, el mismo día que llegamos a la zona que hasta hoy esta bajo alerta de incendios, visitamos a José Sepúlveda, dueño de Viña Raíces de Chintú. Sabíamos  que su pequeño campo llevaba días al acecho de fuegos cercanos en la comuna vecina de Ninhüe. Pero este mismo día, nunca habían estado tan cerca.

José esperaba esa tarde que llegaran 11 extinguidores que le había ofrecido en préstamo un amigo. En la carreta vecina pasaban las sirenas en dirección a Ninhüe; en la radio anunciaban que estaban evacuando el pueblo. En el techo de la construcción que cobijaba las ovejas de José, su suegro sacaba con un rastrillo las hojas secas (agujas) caídas de los pinos; en la casa, su señora, dos hermanas y los hijos de todas esperaban instrucciones para irse en cualquier a la ciudad.

El cielo se veía gris oscuro, denso; eran apenas las seis de la tarde en pleno verano. Mirando hacia Ninhüe sentimos como en un minuto el viento cambió de dirección; ahora venía hacia el norte. Le preguntamos a José por qué estaba tan tranquilo.  Nos había invitado a tomar el té con su familia. Después de comer las mejores humitas que pudieran imaginar, fuimos hasta el cobertizo de las ovejas. Arriba, su suegro seguía sacando agujas de pino.

El año pasado en estas mismas fechas, explicó José, tuvieron alarma de incendios cerca y la casa estaba rodeada de maleza. Por suerte no llegó el fuego, pero entendio que debía hacer algo de otra manera.

Desde este año José va rotando las ovejas entre diferentes potreros. Tuvo que armar los cercos. Entre uno y otro, alternándolos, los animales van comiendo y fertilizando el suelo a la vez. Antes de que llegara el verano se preocupó de que no quedara pasto alguno alrededor de la casa, ni bodega. «Si llega el fuego hasta el viñedo -más lejos en la vega- no tengo nada qué hacer, dice. No lo voy a arar. Pero sí voy a salvar todo lo demás».

Hoy, las ovejas le dan tranquilidad, alimento e ingresos extra cuando se venden; se alimentan solas y además fertilizan el suelo.  Sus vinos 2022 sí quedaron ahumados. También sabe que este año poco puede hacer al respecto.


Este sábado  25 de febrero Santiago será escenario para dos eventos en busca de recaudar fondos en ayuda de viñateros afectados por los incendios, y no sólo en Itata, también en Maule y Biobío.


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