LONGAVÍ: VA EN SERIO CON MUCHO MÁS GLUP!

Publicado el 20 mayo 2022 Por Mariana Martinez @reinaentrecopas

Tres deliciosos Chenin Blanc, uno de ellos sudafricano, y dos rosados de otro planeta, invitan a detenerse en este proyecto que se acaba de poner los pantalones largos.

Sorbo a sorbo, glup, glup, así han ido creciendo los vinos del proyecto de vinos chilenos Longaví, creado en 2013 por los amigos David Nieuwoudt, enólogo de la bodega familiar sudafricana Cederberg, y Julio Bouchon, director de la también viña familiar J. Bouchon en Maule. Aquellos tímidos primeros vinos blancos que conocimos, son ahora una gran familia con etiquetas que comienzan a crecer también de ambos lados del Atlántico.

Julio pone sobre la mesa nueve vinos. Los seis primeros, con una cápsula de cera de diferente color, dicen Glup! en sus etiquetas. Los dos últimos, Reforma y Cementerio, son lo opuesto, con etiquetas blancas, limpias, clásicas, sin estridencias. Entre medio hay un forastero, Black Summer Chenin Blanc de Swartland, el que quiere darse las manos con todos los demás.

Mientras Julio presenta los detalles del viñedo que da vida a cada vino, descubrimos que Longaví ha dado el paso definitivo para ser un proyecto independiente de Bouchon, y que Julio será su fuerza de ventas con dedicación al 100%. Por eso está aquí, es parte de lo nuevo que nos quiere contar.

Julio se ve y se siente cómodo con este proyecto que nació de su amistad con David. El nombre, como nos cuenta en el vídeo, nació del volcán Longaví. No lo ha subido, todavía, pero sí, nos dice, en estos años encontró su camino.

Julio se refiere a un camino que partió junto a J. Bouchon, justo con la llegada de su hermano Juan José Bouchon a la viña familiar, para empezar a buscar una identidad. Enclavados en el Secano Interior del Maule, rodeados de parras viejas de país, pero haciendo vinos de estilo bordelés, sentían que algo les faltaba.

Por eso no es tan raro entender que los primeros vinos que hizo Julio en Chile junto a David hablaban justamente más de las cepas de Burdeos, que de las que hoy asociamos al Secano Interior: por eso su primer vino fue un Sauvignon Blanc de Leyda, y pronto sumaron un Pinot Noir y un Cabernet Sauvignon del Maipo; además del primer Chenin Blanc de Chile, la cepa blanca estrella de Sudáfrica, nacido en Marchigüe. Y en ese andar, experimentando con la cepa País y las cepas que siempre habían estado en el terroir olvidadas, le fue haciendo sentido a Julio que el proyecto Longaví diera el mismo giro. Longaví podía hacerlo incluso al 100%, siendo un barco mucha más chico y liviano de maniobrar que Bouchon Family Wines. Sobre todo considerando que Bouchon, suma ya siete exitosos vinos sólo de Cepa País, y que ellos representan apenas, o tanto como, el 10% de sus ventas.

Aquí les presentamos la familia completa de Longaví, con tres escalones de precio, el primero con sus Glup a $10.900, de excelente relación precio/calidad; entre todos un hilo conductor: viejos viñedos, viñedos únicos, vinificados al menos por ahora en la bodega de Bouchon en el Maule. Todos, menos el sudafricano por supuesto, elaborados por Cristián Sepúlveda, ahora 3er socio del proyecto. El cuarto, si se lo preguntaron es Juan Bouchon.

– Glup! Cinsault  2019,  Tinihue Itata. Este delicioso Cinsault, de color rubí oscuro, muy brillante, proviene de uno de los rincones más costero y frescos del Itata, cerca de Guarilihue. Tinihue tiene por su exposición tardes sombreadas y parras de más de 60 años. Sus uvas fermentan en tanque cemento, con 30% de racimo completo, y envejecen luego en fudres viejos de 2.500 litros por 8 meses. “Buscamos textura en este Cinsault a pesar que queremos que también se beba fácil”, nos dice Julio. Por eso a la sensación de fruta roja, jugosa, se suma la tensión del lugar más fresco y su escobajo. Además, tiene lo que no todos los Cinsault: muy, muy rica acidez final.

– Glup! País 2019, Millapoa, Biobío. Recuerdan que les dijimos guardaran bien este nombre, Millapoa. Pues aquí estamos de nuevo, para hablar del origen de este vino de país, nacido de parras de más de cien años, de muy pálido color rubí, notas a campo y tierra, además de ese cuerpo liviano con tanino rústico que tanto desconcierta a quienes están acostumbrados los tintos de bordeleses. Fue fermentado en tanques de acero abiertos y luego guardado en barrica vieja por ocho meses. En el retrogusto nos deja un final de acidez justa, con rusticidad  y sabor a frutas rojas: inconfundible identidad del país.

– Glup! Carignan 2019  Curimaqui, Itata. De Cauquenes hacia el al sur, vía Coelemu, está la viña de este de Carignan que tiene más de 80 años y está plantada sobre granitos. Su vino nos ha dejado enamorados. Fermentado en cemento y luego guardado en barricas viejas, muestra la fruta negra, sabrosa, intensa de la variedad, sin sobresaltos, ni indiferencia. Cuerpo medio con tensión, y un carácter mineral que nos recuerda al grafito. Sabrosa acidez deja en su final. De este mismo viñedo, y tras un trabajo exhaustivo de selección de parcelas, vendrá el gran tinto por llegar de Longaví. Recuerden el nombre: Soberano y promete ser mezcla con Garnacha, saldrá año que viene.

– Glup! Rosado 2020, Maule. De viejos viñedos sobre granito en Huerta del Maule, entremezclados con Grenache, Monastrel y País, nace este rosado de color oro viejo brillante, fermentado en cemento y envejecido en barricas por 6 meses. Un rosado que descoloca, por su nariz intensa, con aromas a granada, miel y algodón de azúcar, untuoso en boca, y delicia acidez. Muy vibrante. Un ¡wow! rosa.

– Glup! Naranjo 2020, Tinihue, Itata. 100% Moscatel de Alejandría, este naranjo es de color dorado cobrizo, gracias al contacto de las uvas con sus pieles por cuatro meses, sino no pareciera haber recuerdos de esos meses en sus aromas. Su nariz fresca es floral, limpia, con frescas notas a lemon grass y un leve dejo a levaduras. Más parece un blanco con mucho volumen, de mucho filo y tensión. Otro glup! glup! de muy rica acidez. Para no dejar de salivar.

– Glup! Chenin Blanc 2020, Teno, Maule. Es el vino tal vez del viñedo más joven de la familia, en la cordillera del Maule, en busca una acidez más fresca, de que lo que podía darle Marchigüe en los primeros años. Su color es amarillo dorado, brillante y sus aromas a durazno blanquillo; intenso tal vez por su contacto con las pieles de las uvas por un mes (mitad de ellas en acero y mitad en tinajas). ¿Por qué con piel? Para darle más volumen a su filosa acidez. Luego pasó seis meses con sus lías para seguir ganando volumen. Lindo blanco, de delicado y jugoso final.

– Black Summer Chenin Blanc 2020, Stellenbosh, Sudáfrica ($18.000). De suelo de granito, pero otro clima, con 45°C de máximas en verano, es este Chenin recién llegado desde viejos viñedos de Sudáfrica. Fermentado en cemento y luego guardado en barricas de 500 litros de tercer uso, inunda la nariz con notas cítricas a lima y limón. De gran volumen y a la vez deliciosa acidez; más cítrico que el de Teno; más filoso, más largo, y como no mayor precio ($18.000). Cálido y a la vez filoso; muy bien logrado equilibrio.

Longaví Cementerio Chenin Blanc 2020, Huerta del Maule.

– Cementerio (Chenin Blanc) 2020,  Huerta del Maule ($30.000). Si creíamos que la Chenin no podía llegar más arriba de Blanc Summer, nos equivocamos. Está Cementerio, este increíble blanco que nace de 1.2 hectáreas de país plantado el año 1940, injertado con Chenin hace sólo 5. Su material vegetal es de Marchigüe; de viñedos traídos desde Francia por el abuelo de los Bouchon-Silva. Sus uvas se prensaron sin despalillar y su jugo fermentó en barricas francesas, de varios usos, de 500 litros. Luego, se guardó allí mismo por un año. Notas minerales, a hierbas frescas y a caramelo de piña invaden la copa. En boca tiene una entrada voluptuosa y un final infinito. Entre medio se pasea con mucho nervio y el sabor intenso de la jalea de membrillo. ¿El nombre? El viñedo está justo al lado de la entrada del Cementerio de Huerta de Maule.

 

Longaví Reforma Rosado 2017, Maule.

– Reforma (Rosado Garnacha) 2017, Maule ($30.000). Este rosado de otro planeta, no necesariamente un planeta rosado, nace de un injerto de Garnacha realizado hace años atrás sobre viejas parras de País. De sus uvas se hicieron dos versiones, cuenta Julio, la rosada y la tinta. La rosada no tenía nada de sutil, así es que la dejaron por más tiempo en barricas, a los dos años los deslumbró a tal punto que eliminó la versión tinta y decidieron dejarlo por dos años más. Entre tanto no hicieron 2018, pero convencidos lo retomaron en 2019. En una de las barricas 2017 que quedó baja, se desarrolló además el velo de flor, lo que le aporta complejidad en nariz y untuosidad en boca. De color rosa cobrizo brillante, su nariz nos recuerda a caramelos de guinda e hinojo. En boca impacta por su acidez filosa; sus flechas de acidez estallan en cada rincón de la boca. 2017 ya se acabó, lo lamentamos, sólo hicieron 900 botellas. Viene 2019 pronto, serán 1.500 botellas, atentos.

 


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