LOS VINOS DEL VIÑATERO FERNANDO ALMEDA

Publicado el 08 enero 2021 Por Mariana Martínez @reinaentrecopas

Sumando ya 30 años en Chile, el enólogo español recibió 2021 develando su fabuloso Albariño chileno y un muy particular Carignan del Maule. También, soñando con vinos de Isla de Pascua y el desarrollo en grande del Itata.

Fernando Almeda Oll’e (@fernando_almeda_enologo en Instagram) recién comienza a familiarizarse con las redes sociales. Sabe que debe hacerlo aunque no se sienta allí como pez en el agua; y es que desde fines del año 2020, tiene sus primeros vinos con marca propia a la venta en el mercado, son Anduriña y Millavoro. Y como son apenas 3.000 botellas (1.000 del blanco y 2.000 del tinto) sólo podremos llegar a ellos a través de su hacedor. Esto convierte a Almeda, quien fue enólogo de Viña Miguel Torres por casi 30 años, en un viñatero y comerciante de vinos; algo, que por cierto, debido a su contrato de exclusividad con la bodega era imposible.

Roto pues el contrato sin anestesia a fines del 2018, Almeda se dedicó a pensar cómo vender los vinos que siempre había hecho para amigos y su familia a partir de viñedos propios. También, ha estado asesorando para impulsar la exportación de los vinos del Valle del Itata y se ha embarcado en una tremenda aventura: hacer vinos en Isla de Pascua. Queremos saber más detalles de cada proyecto, así es que vamos por parte.

LOS VINOS  DE FERNANDO ALMEDA

Para contar la historia de los nuevos vinos de Fernando Almeda, recorrer su pasado es justo y necesario. A través de un live en Instagram, nos contó que es nieto de uno de aquellos famosos catalanes que llegaron a Chile a inicios del siglo pasado y se dedicaron primero a comerciar vino chileno, y luego a producirlo. Fernando, sin embargo, es español de nacimiento, y recién llegó a Chile en los años 90 de la mano de Viña Miguel Torres. Su madre, chilena, de apellido Oll’e, se fue a vivir a España de joven, y allí se casó con un local, el señor Almeda. Por eso, también, el hijo mitad chileno – mitad español siempre volvía durante el verano a nuestro invierno en el campo, y disfrutaba con su abuelo de la vida entre viñedos y vino. Y por eso, claro, fue que estudió enología en España. Al venir a Chile, por lo que se suponía eran sólo 4 años, se casó y tuvo dos hijos.

Así fue como Fernando Almeda, gran pescador, piloto y sibarita, plantó en un viñedo de su familia, la Oll’e de Curicó, la cepa Albariño; la que piensa es «la variedad blanca española por excelencia». Y además, compró en Huerta de Maule, secano interior, un pequeño viñedo de País, el cual injertó con Carignan, la variedad que también considera es «la tinta de Chile por excelencia». De allí vienen pues, sus dos primeros vinos que ya están a la venta a través de su cuenta de Instagram y Facebook. Los que por cierto, lucen preciosas etiquetas.

De la cepa española Albariño, plantada en Curicó, da vida al vino blanco de Fernando Almeda.

Anduriña es el Albariño de la cosecha 2019 que Almeda vinificó en tanques de acero inoxidable y guardó junto a sus lías (levaduras muertas) durante 8 meses antes de embotellar. En este tiempo, además, buscó desarrollar el velo de flor en uno de los de sus tanques de guarda, para tener más tensión en la boca del vino; cuidando de no tener la nota de acetaldehído que puede aportar complejidad aromática pero que a la vez resta frescura. Así es, como este Albariño, el segundo de Chile que sepamos, es frescura y filo en la boca. Es una daga que atraviesa el paladar con su acidez marcada mientras en nariz te va seduciendo con notas sutiles a limón confitado y esa sensación austera, parca, que se asocia a mineralidad. ¿Otra maravilla del vino? Su precio! $10.000 gracias a la venta directa!

Millavoro es el Carignan de Fernando Almeda nacido de viñedos de País injertados con Carignan en Huerta de Maule.

El Carignan Millavoro 2016 ($20.000) tiene un trabajo mucho más complejo que el Albariño en la bodega. Primero se fermentó y maceró por un mes y medio en tinajas de greda de la zona; luego hizo su decantación y fermentación maloláctica en fudres de madera (de 1.500 litros) para su microoxigenación, y finalmente, después de un año, tuvo guarda en huevos de cemento por un año más para dar textura y estabilizar. La idea a futuro, cuenta, Almeda, es tener también crianza en tinajas. Es inevitable que en ese proceso el vino no haya estado expuesto excesivamente al oxigeno, y que lo revele con leves notas acéticas que van y vienen, y que le aportan ese dejo de complejidad riesgoso, sumado a notas de casis y frutas rojas. Un riesgo que dice Almeda quiso tomar para darle un carácter más particular, y así sumarle efectivamente, complejidad. Fermentado con un porcentaje menor de racimos enteros, este Carignan de color rojo vivaz y capa media, tiene un cuerpo también medio a ligero, que en boca ataca sin aviso el paladar dando otra lenta estocada cargada de acidez nerviosa y unos taninos firmes que se sienten ya fueron pulidos por el paso del tiempo.

Millavoro es el nombre de este particular Carignan en honor a la tierra que le da origen, y se toma prestado del escritor chileno Mariano Latorre, quien en 1943 escribió una novela llamada «Zurzulita» con Huerta de Maule como escenario y Millavoro como la mejor viña del lugar.

ASESORÍAS EN ITATA Y  LOCA AVENTURA EN ISLA DE PASCUA

En la cuenta @fernando_almda_enologo el enólogo, viñatero y asesor nos cuenta de sus pasos. Aquí entre los viñedos de Moscatel en Itata.

El año pasado vimos a Almeda a través de su cuenta de Instragam viajando mucho a Itata, en cada nuevo viaje recorría nuevos viñedos y degustaba sus vinos. ¿El objetivo detrás? Una asesoría enológica que le pidió FIA e INIA, ambos organismos del Estado para la innovación agraria, con el fin de potenciar las exportaciones de vinos de la Región de Ñuble. El proyecto, nos cuenta, ya va tomando forma y tiene tres líneas de vinos. Una de calidad superior (con un valor de entre 80 y 90 US$ FOB la caja) llamada Expedición del Itata y formada por vinos que destacan en su etiqueta el nombre de quien produce sus uvas; y otra, más bajo en precio, que busca ser la mejor relación precio/calidad de las variedades que se identifican con este territorio del Secano del Itata, además de un vino espumante. La terca línea de desarrollo son vinos que se venderán a granel: una categoría que explica Almeda, es más complicada de vender por la fuerte competencia que hay en el mercado y el alto costo de producción de la zona, debido a su viticultura sin riego y en laderas.

En cuanto a la aventura en Isla de Pascua, Almeda nos cuenta que es un proyecto al cual lo invitó su viejo amigo, también piloto, el Ingeniero Agrónomo Álvaro Arriagada (ex Casa Donoso y Wines of Chile) y el agricultor local Poky Tane Haoa Hey, ambos radicados en Rapa Nui, Hanga Roa. La idea surgió a partir de viñedos salvajes encontrado junto a otros frutales al interior del Volcán Rano Kau, el más grade de la isla. Gracias a un proyecto de FIA  recolectaron el material, y lo están actualmente multiplicando para poder hacer estudios estables de ADN. Aparte, plantaron 1 hectárea de Pinot Noir y otra de Chardonnay.

Las condiciones climáticas de la isla, explica Almeda, permiten que las hojas de las plantas caigan durante el otoño continental y broten durante la primavera. Y aunque, las precipitaciones anuales llegan a los 1.000 mm anuales, instalaron un sistema de riego para socorrer las plantitas durante sus primeros años. Almeda cuenta que tuvo la oportunidad de bajar al volcán en busca del material vegetal, y que desde allí hasta ahora ha sido una gran aventura; por lo que extraña durante este 2020 no haber podido viajar ni una sola vez a la isla. Aun así, sigue de cerca todo el proceso, y ahora con la liviandad reaprendida gracias a su independencia.

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