NUNCA LA LLEGADA DE LA PRIMAVERA FUE TAN ESPECIAL
Sergio Hormazábal, viticultor y columnista de WiP.cl, nos comparte su emoción por lo que está por llegar, mucho más allá del viñedo ya en plena brotación.
Nunca la primavera fue tan especial. Los que amamos la naturaleza siempre hemos tenido una particular admiración por esta época del año, cuando las yemas de las vides revientan y se despliegan al mundo brotes, hojas y los primordios florales, comenzando a preparar lentamente lo que será una nueva temporada de vendimia. Todo el trabajo de la poda, los concienzudos cortes y decisiones hechas meses atrás comienzan a revelar la foto de lo que será una nueva temporada. Es fisiología vegetal, sí. Pero también es en cierto sentido magia. Asombrosa y fascinante magia que llena el alma.
Pero hay otra primavera este año también. La de la humanidad, que se levanta lentamente de este oscuro invierno del COVID. Invierno de 18 meses que parecía nunca terminar. Aparentemente, ya hay una clara luz de esperanza, se abren los comercios, los restaurantes, los jardines y la vida social comienza a florecer de nuevo. Esto trae como consecuencia inmediata que más botellas se empiezan a descorchar y compartir.
Cómo no, si el vino es el lubricante social por excelencia, la interacción social entre las personas es como una alfombra roja que prepara el paso a la danza de frutales rosados, frescos Sauvignones, suaves Carmenere y decididos Cabernet que vuelven a desfilar por nuestras mesas, no como calmantes de la ansiedad de una cuarentena interminable, sino como feliz consorte de nuestros alimentos y conversaciones.
Los que vibramos con la viticultura y la enología, siempre encontramos un sincronismo entre lo que pasa en el viñedo y en las bodegas, con lo que vemos en los grupos humanos que cuidan de esas parras y sus vinos. Y esa sincronía nunca tuvo más sentido que ahora, donde por un momento todos parecemos marchar hacia la apertura, el renacer y el reencontrarnos.
Los ciclos que se están abriendo hoy, abren paso también a nuevos viñedos en el desierto de Atacama, en la Cordillera de los Andes, en la Araucanía y en la Patagonia. A ancestrales viñedos antes ignorados como Cauquenes e Itata. A nuevas variedades antes poco cultivadas como Garnacha, Cabernet Franc, Mourvèdre, Alvariño, Touriga Nacional, Petit Verdot, entre otras. Y lo más interesante, en sincronía con personas que quieren probar, conocer y descubrir.
Nunca la primavera fue tan especial. Y nunca las posibilidades tan amplias. Eso atrae y a la vez atemoriza. Abre mil caminos de los que solo conocemos su inicio y para saber que hay más allá, sólo queda caminar.
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