CINCO ÍCONOS, CUATRO AÑOS

Publicado el 27 febrero 2017 Por Mariana Martínez @mymentrecopas

Nuestra editora degustó cinco grandes vinos tintos junto a #suscriptoresWiP en Valparaíso en busca de revelar la trascendencia de la guarda en botella.

Mauricio Fernández, el Sommelier y Bartender que organiza la Valparaíso Wine, nos invitó al Palacio Astoreca por una buena causa, dirigir una cata para recaudar fondos con el fin de ayudar en concreto a dos viñas afectadas por los incendios ocurridos en enero de este año, Villalobos en Colchagua y Cancha Alegre en Maule.

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Las Viñas Pérez Cruz, Montgras, Maquis, Calcú y Casa Silva se sumaron a la iniciativa con sus grandes vinos, mientras un grupo de suscriptores WiP asistieron al llamado de sus descorches. No podíamos sentirnos más en casa en la acogedora cava del remodelado palacio con vista al Paseo Yugoslavo.

Los vinos para la degustación viajaban por las cosechas 2008 a 2012, por lo que decidimos, en lugar de hacer el recorrido, a través de ellos,  no del más viejo al más joven como suele ocurrir, sino al revés. ¿La razón? Entender por qué es tan importante tener paciencia para abrir y disfrutar grandes vinos y como no, también entender por qué a los vinos tintos, sin importar su pedigrí, hay que servirlos a la temperatura correcta (entre 16  y 18°C).  Incluso, o sin embargo,  cuando hay alto alcohol de la mano de una gran fuerza de taninos aun sin pulir.

Comenzamos con Pérez Cruz Liguai 2012 de Maipo Andes ($29.900), mezcla de Cabernet Sauvignon, Syrah y Carmenère. Un tinto que ya tiene al menos cuatro años de guarda en botella, y cinco desde su cosecha, y que aún no comienza realmente a mostrar complejidad, ni siquiera en su color, el paso del tiempo. Es color rubí intenso, de capa media, con notas a frutos rojos frescos y un sutil dejo herbal, que recuerda las hojas de bosque precordillerano que rodea el campo. En su boca ya destaca la suavidad de sus taninos que a la vez tienen la fuerza de la cepa Cabernet, así como la sensación carnosa y dulce del Syrah, más el toque especiado, amable de la Carmenère. Un vino sin duda que nació suave, pero que tiene  fuerza para seguir ganando complejidad y crema en boca por al menos unos 7 años más.

El segundo descorche fue de la misma cosecha 2012, la mezcla entre Cabernet Sauvignon y Syrah de Ninquén de Viña MontGras ($29.900). Evidente el cambio de valle, de Maipo a Colchagua, y también la ausencia de la Carmenère en la mezcla, si lo comparamos con el Liguai. Aquí está en la boca marcada la fuerza tánica del Cabernet, con un tanino menos fino que el del Maipo, y también con un alcohol más alto producto de un clima más cálido y un sol más intenso, en la meseta de Ninquén. Un gran tinto de clima cálido, que tiene tanta fuerza a pesar de sus ya cuatro años de guarda, que a merita al menos cinco años más de paciencia en su botella, o sino un buen corte de res con hueso a su lado.

La tercera copa fue para el Franco de Viña Maquis ($78.000), cosecha 2010, cosecha histórica, no sólo por el terremoto, sino por  la elegancia y potencial de guarda que dio a sus tintos. Como siempre, este Cabernet Franc se sale de las descripciones de libro, que dicen que esta es una cepa con más aromas y menos fuerza que su hija genética, la Cabernet Sauvignon. Franco es francamente potente, de tanino recio, y gran estructura, un vino que con 6 años ya de guarda sigue siendo negro en la profundidad de su color, e intenso en su paso por la boca. Para guardar y aplacar su fuerza, aun por unos 8 años más. Un vino que requiere paciencia.

El siguiente vino fue Futa Cabernet Sauvignon 2009 de la viña Calcú ($47.000). Un Cabernet de viejas parras de Colchagua, que desafía todo lo que nos habían dicho en contra de la capacidad de las cepas francesas de resistir la falta de riego. He aquí otro tinto de Colchagua que impresiona por la fuerza de sus taninos y su estructura con ya siete años en la botella. Con una acidez justa, que aún le da vida para seguir enfrentando la guarda por al menos 7 años más. La pregunta que surge es si esa fuerza tánica, será capaz de pulirse antes que desaparezca su fruta.

El cierre de la degustación fue con Altura 2008 de viña Casa Silva ($105.000). Una mezcla de Carmenère, Cabernet Sauvignon, Syrah y Petit Verdort, que no solemos ver en el podio de los grandes vinos íconos de Chile, pero que sin duda debería estarlo. Le falta sólo un año para cumplir la década desde la cosecha de sus uvas, y el color del vino aún permanece rojo profundo, intenso. En nariz ya aparecen las notas de evolución, y quedan atrás los aromas primarios de lo que un día fueron sus frutas rojas frescas. Aparece el dulce de guayaba en nariz, acompañado de guindas secas y notas a caja de tabaco. De una fuerza en boca que impresiona, aunque ya se siente un tanino más suave, más pulido que sus pares. No está tan claro que sea la Carmenère la que manda, como dice su contra etiqueta, en un 40% de la mezcla. Un vino negro, largo, profundo, que con toda la intensidad de la fruta que todavía tiene, y que seguiría  ganando en botella por al menos seis años más.

 

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Un comentario

  1. […] semana además publicamos lo que fue la Cata de Íconos que hicimos en Valparaíso el fin de pasado, donde Altura 2008 de Casa Silva se lució. También […]

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