ROMPIENDO PARADIGMAS EN CACHAPOAL

Publicado el 06 mayo 2021 Por Mariana Martínez @reinaentrecopas

Nuestra editora se subió a la máquina vendimiadora de Chateau Los Boldos. Desde allí, hasta la copa del Grand Clos Cabernet Sauvignon aprendió una nueva lección.

Jamás hubiera imaginado dos décadas atrás, cuando vi trabajando por primera vez una máquina cosechadora en un viñedo de Cachapoal, que llegarían al nivel de sofisticación que tienen hoy. Recuerdo que entonces, varias desventajas tenían y nos producía mirarlas en menos.

Su fuerza rompía las plantas y se llevaban junto con las uvas todo lo que hubiera entre el follaje, sí, también nidos de pajaritos y hojas. Y si la bodega estaba lejos, implicaba oxidación del mosto en el trayecto. Sus ventajas, como cosechar de noche y sin necesidad de mano de obra en el campo más que la del conductor, aún no tenían tanto peso.

En esta vendimia 2021, tuve la oportunidad de ver un modelo del año 2015 en acción. Es decir, ni siquiera era lo último en tecnología. Pero lo que vi cambió por completo mi percepción sobre su utilidad y necesidad, sobre todo cuando la mano de obra calificada parece ser cada vez más compleja de reunir y de pagar. Una limitante hoy extrema, por no poder competir con los altos precios que se pagan los trabajos en cerezos, u otros cultivos estrellas del Chile de hoy.

El gerente vitícola de Viña Los Boldos, Juan Pablo Aranda, me explicó que además reemplazar el trabajo de unas 60 personas, las que hoy no tiene, la máquina vendimiadora permite tener una buena oportunidad de cosecha. Eso quiere decir que pueden cosechar cuando quieren, no cuando se puede.

Arriba de la máquina de Chateau Los Boldos modelo 8590, se puede ver en acción cómo funciona su «mesa de selección» sin que haya nadie seleccionando. Aquí las uvas se separan por su propio peso en una banda con pequeñas ranuras. Mientras, escobajos o raquis y hojas siguen en la banda, y al llegar a su fin, caen por la fuerza de gravedad, cual cascada, al mismo viñedo. Allá abajo, en tanto al paso de la máquina, se pueden ver sujetos a la planta la mayoría de raquis ya sin sus uvas, y en ellos algunos granitos; los más verdes o deshidratos. Meinard Jan Bloem, nuevo enólogo de Los Boldos, observaba esta segunda mesa de selección tampoco sin persona alguna en el mismo viñedo con la misma admiración que yo.

 

Desde arriba de la máquina vendimiadora se puede ver cómo opera su mesa de selección automática (imagen izquierda abajo). Escobajos y hojas atrapadas, siguen su camino hasta caer al viñedo. Uvas caen por los espacios entre cilindros hasta pozo de recepción portátil.

Pueden ver cómo funciona la máquina vendimiadora en este link https://www.instagram.com/p/CM4hYW2Hraz/

Recuerdo que el año pasado, Aurelio Montes comentó en un encuentro OIV, que ya el 40% de los viñedos de Chile se cosechaban a máquina. En Nueva Zelanda, país que Chile quiere imitar, las máquinas cosechadoras hicieron para 2020 el 70% del trabajo de su vendimia.

No creo haya dudas ya de que las máquinas, cada vez más sofisticadas, seguirán ganando terreno. La pregunta es, ¿hasta dónde?

Con esta pregunta no me refiero a territorios, sino a líneas de vino. Y es que tradicionalmente, por sus desventajas de maltrato a las parras y oxidación del mosto, las máquinas se utilizaban para las líneas más económicas, no para los grandes vinos. Hasta ahora…

Grand Clos de Los Boldos es 100% Cabernet Sauvignon de nuevos viñedos plantados con clones seleccionados sobre suelos aluviales.

Ayer en un live junto a Meinard Jan Bloem, en Los Boldos hace sólo tres meses, probamos el Grand Clos 2018 de la viña, un vino que nació para reemplazar a su antiguo Grand Cru, y a la vez, aunque no haya sido su intención, nos dijo, les permitió demostrar todo lo que han aprendido en estos años en el viñedo, de la mano de la tecnología, y así avanzar grandes pasos en calidad.

El vino testigo, que nos permite comparar los avances, es Viejas Viñas ($15.000), la línea estrella de Los Boldos, nacida como dice su nombre de sus parras más viejas, producto de selecciones masales. Parras viejas, que por su fragilidad no se pueden cosechar a máquina. Las nuevas plantaciones de Grand Clos, sobre porta injertos pensados para nuevos clones de Cabernet Sauvignon ($25.000) limpios de virus, en cambio, son cosechadas a máquina.

 

Por supuesto, si se lo están preguntando, la calidad en los vinos nos dará la respuesta. Meinard no duda en decir que Viejas Viñas es un vino de estilo más tradicional; yo sumo con un carácter más herbal, e incluso terroso. Aunque sin duda también está presente el aporte de una madera más tostada. Grand Clos en cambio, rebalsa fruta roja neta, brillante, limpia. En boca además se siente más tenso, aunque de taninos más pulidos, y a la vez más profundos. Y aunque no se crea, ha tenido 14 meses de guarda en madera, eso es sólo dos meses más que el Viejas Viñas.

Sin duda ambos marcan estilos para públicos diferentes, y yo personalmente, que admiro la pureza de las frutas voy por Grand Clos sin dudarlo.

Desde 2008 a la fecha el Grupo ha invertido en renovar viñedos de Los Boldos con material clonal seleccionado.

El ejercicio de comparación entre Viejas Viñas y Grand Clos nos habla de lo que Meinard menciona cada vez que le dan la palabra como nuevo enólogo de esta bodega en manos del gran grupo Portugués SOGRAPE desde el año 2008. «En Chile necesitamos mucha más investigación y desarrollo. SOGRAPE es líder en estos temas a nivel mundial, y tiene más de 40 investigadores trabajando en ello».

Con suerte para el Valle del Cachapaol y Los Boldos, bien podría sumar Meinard a su declaración, SOGRAPE está 100% con foco en este valle.


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