VINOS DEL MUNDO EN CHILE. BEAUJOLAIS EN SERIO

Publicado el 12 marzo 2021 Por Mariana Martínez @reinaentrecopas

A propósito de un Moulin á Vent 2016 que podemos encontrar en Chile a la venta, nuestra editora nos cuenta cómo fue que la cepa tinta Gamay al fin fue tomada en serio, después de casi siete siglos de bien intencionadas decisiones.

Haber tenido la oportunidad de probar un delicioso Moulin à Vent, esta semana en Santiago gracias a las catas que organiza el sommelier Israel Alarón como @avinemos, me volvió a enamorar de las lomas de Beaujolais: una Apelación Controlada de Origen que ha sido víctima de buenas intenciones, y que se encuentra en el extremo sur de la región Borgoña. Una región por cierto, a la que pertenece geográficamente sí, pero no por la esencia de sus vinos. Permítanme pues, contarles un poco más sobre Beaujolais y su pasado, para saber finalmente más sobre el encanto de este Gamay francés con categoría de Cru y que está a la venta en Chile a cerca de $30.000.

La razón por la cual Beaujolais, siendo parte de la región vitivinícola de Borgoña, no se siente como tal, es que aquí las grandes estrellas no son ni la cepa Pinot Noir o la Chardonnay, como sí suele ser en el resto de la Borgoña. Sino que aquí, manda tanto como en el 98% de sus viñedos la tinta Gamay. Ello, nos cuenta la historia, se debió al Duque de Borgoña Felipe el Temerario, quien en 1395 proscribió el cultivo de la Gamay (registrada por primera vez en 1396 en los alrededores de Beaune, corazón político de Borgoña), refiriéndose a ella como «una planta mala y desleal«, a pesar de dar uvas en abundancia y así aliviar a los golpeados viñateros especialmente después de la pobreza que dejó a su paso la Peste Negra.

Mapa de los Cru de Beaujolais / www.Wine Folly.com

Argumentó el duque Felipe el Temerario entonces, que «sus vinos están llenos de una dureza muy grande y horrible», en cambio los vinos de la Pinot Noir son más «elegantes». Sesenta años después, Felipe el Bueno haría otra declaración contra la Gamay en la que afirmaba el razonamiento de su prohibición; esta vez con el argumento de que «los duques de Borgoña son conocidos como los señores de los mejores vinos de la cristiandad. Mantendremos nuestra reputación».

Así, la Gamay, cuyo nombre oficial es Gamay Noir à Jus Blanc, fue desterrada al Sur de Borgoña, donde el tiempo confirmó que efectivamente sus suelos graníticos, eran mucho mejores para ella que los suelos calcáreos de sus vecinos del Norte. Sin embargo, tuvieron que pasar muchos siglos para que los vinos de las AOC Beaujolais, y en especial los vinos nacidos de sus apelaciones de mayor prestigio con la categoría de Cru, se ganaran en serio el respeto y cariño de los consumidores alrededor del mundo.

Y cuando decimos en serio, es porque la Gamay pasó a ser primero todo un fenómeno pero como vino joven y fresco, listo para beber y pronto sí, también, para desechar. Ello, en gran parte debido a la buen intención de otro hombre, esta vez del siglo recién pasado: el viñatero de Beaujolais Georges Duboeuf, quien convirtió a los llamados Beaujolais Nouveau en un fenómeno de marketing around the world y con el tiempo también, gracias a malas prácticas (como la suma de altísimos rendimientos y chaptalización) arrastraría a desprestigiar a toda la Apelación de Origen Controlada Beaujolais.

La historia nos cuenta curiosamente además, que Beaujolais siempre había producido los llamados vin de l’année (vino joven) para celebrar el final de las vendimias, pero que hasta después de la Segunda Guerra Mundial sólo se consumían localmente. Por ello, entonces representaban sólo una pequeña porción de su producción, la que además suma hasta hoy algo de Chardonnay sobre zonas de suelo calcáreo. Incluso, sabemos que la AOC Beaujolais creada en 1937, tenía entre sus reglas no vender sus vinos oficialmente antes del 15 de diciembre del año de la cosecha.  Regla que se relajó el 13 de noviembre de 1951, cuando la Unión Interprofessionnelle des Vins du Beaujolais (UIVB) formalmente estableció el 15 de noviembre como la fecha de comercialización de lo que en adelante se llamarían Beaujolais Nouveau.

En 1985 la fecha de comercialización de los Beaujolais Nouveau se cambió al tercer jueves de noviembre para aprovechar el marketing del siguiente fin de semana; lo que se decidió tiempo después de la gran idea que tuvo Georges Duboeuf, la cual consistió en hacer una carrera en auto hasta París para llevar las primeras botellas de cada nueva añada. Acción de marketing que atrajo la atención de los medios. Así, para los años 1970, la carrera se había convertido en un acontecimiento nacional; en los 80′ lo era en Europa y Norteamérica, y en los 1990, lo sería en Asia. En Chile recuerdo haberlos esperado cerca del año 2000.

Moulin à Vent 2016 de Louis Bouillot.

Otro dato relevante, nos dice que nueve de los Crus de Beaujolais, la categoría de clasificación más alta en Beaujolais, ya existían declarados entre 1938 y 1946, siendo el último y décimo, Régnié en 1988. No es casualidad que todos ellos, se encuentran en los viñedos a los pies de las montañas, donde los suelos suelen ser de granito y menos fértiles que en las zonas bajas. Sin embargo, paciencia, a estos 10 mosqueteros  no se les tomó tan en serio de inmediato.

Valga aclarar que a diferencia de Borgoña y Alsacia, la categoría Cru en Beaujolais se refiere a toda una zona de producción de vino en lugar de a un viñedo individual. Siete de ellos, se relacionan con el nombre de pueblos reales, mientras que Brouilly y Côte de Brouilly se refieren a las zonas de viñedos alrededor de Mont Brouilly. Moulin-à-Vent, en particular, el Cru que nos lleva a escribir esta nota, en tanto, lleva el nombre de un histórico molino de viento local.

Una particularidad de los Crus, para justamente desmarcarse de los desprestigiados vinos del año, es que bajo sus nombres no se pueden producir los del estilo Nouveau, caracterizados por su elaboración con maceración carbónica. Tampoco, antes, solía aparecer la Apelación Beaujolais en sus etiquetas. Ya en lo práctico, sus rendimientos máximos por viñedo son los más bajos, lo que unido a suelos menos fértiles, dan vinos con más cuerpo, un color más oscuro y una vida significativamente más larga que los vin de l’année.

De Norte a Sur, los Crus de Beaujolais son: Saint-Amour, Juliénas, Chénas, Moulin-à-Vent, Fleurie, Chiroubles, Morgon, Régnié, Brouilly y Côte de Brouilly.

No fue sin embargo, hasta los años 90′ cuando los Crus de Beaujolais empezaron a tomar seriamente importancia. Y ello se debió, en gran parte, pienso, al muy querido Marcel Lapierre (1950-2010), quien al fallecer su padre (vigneron de la región) en los 80’s volvió a casa para hacerse cargo del viñedo familiar. Y, en lugar de hacerlo siguiendo las técnicas modernas aprendidas en el Instituto Agrícola, aplicó lo que Jules Chauvet enseñaba reivindicando la elaboración natural de los vinos.

Así, comenzaría La Pierre a usar entre otros, entre sus hoy famosos viñedos del Cru Morgon, los tratamientos biológicos, además de realizar vendimias manuales, buscar la maduración óptima y seleccionar rigurosamente sólo las uvas sanas. Todo lo que sería imprescindible después, en bodega, para no usar encimas o levaduras exógenas; tampoco SO2 y, por supuesto, no chaptalizar. Las prácticas de la dupla Julet-Lapierre se llegaron a esparcir como pólvora en la región, y también en regiones vecinas del Sur y el resto del mundo bajo la filosofía de Vinos Naturales; incluso en Chile, donde Lapîerre fue maestro de Louis Antoine Luyt.

Volvamos al Moulin à Vent Domaine Louis Boillot 2016 que descorché esta semana, y me llevó de regreso a Beaujolais y a la capital gastronómica de Francia, Lyon, donde me enamoré gracias a una larga estadía, de tal vez los mejores vinos tintos de Francia en su relación precio/calidad. En especial, al poder comprarlos por no más de 30 €, al lado de los grandes tintos de Borgoña, Burdeos o Ródano en precios cerca o sobre los 100 €. Una gran alegría para los bolsillos siempre en busca de vinos especiales sin precios de locos.

Aunque poco hemos podido saber sobre su productor Louis Boillot, un viñatero de larga tradición familiar en Borgoña, y hoy reconocido por su propio proyecto con vinos de grandes climats de la Cote d’Or, nos muestra al producir su propio Moulin à Vent el interés que han despertado los Cru de Beaujolais entre sus vecinos más respingados del Norte. A la vez, nos habla de los nuevos aires de seriedad que se respira al fin en esta apelación.

Lo que me ha encantado de Moulin à Vent de Domaine Louis Boillot 2016 es que con apenas 4 años, ya nos muestra una gran elegancia y complejidad en la copa. Y sin duda, también muestra la fuerza y profundidad, que la Gamay sí puede lograr, acompañada de un carácter a frutas negras maduras y notas minerales, que recuerdan el grafito. Además, este Molino del Viento, tiene en su paso por la boca la garra que le da su suelo de granito, y una acidez justa, acompañada por un cuerpo más ligero que medio, a la vez muy delicado. Con él en la copa, disfrutado cada sorbo, uno se puede imaginar a Felipe el Temerario de vuelta en 2021 diciendo: tanta razón tenía yo, mirad lo que la Gamay nos puede dar cuando está en el lugar correcto.

Moulin à Vent Domaine Louis Boillot 2016 está a la venta en Les Dix Vins a $30.592 y también a través de Edwards Fine Wines, quien lo trae a Chile; también, junto a los Chambole-Musigny y Gevrey Chambertin de Domaine Louis Boillot. También como no, el Cru Morgon de Marcel Lapierre que hoy elabora su hijo.

Para los curiosos, un dato más, de Gamay hasta 2019, según Catastro 2019 del SAG en Chile existe menos de una hectárea plantada y está en el Valle del Maule.


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