ITATA EN PROFUNDO 2da Parte: O USAN HERBICIDAS O DEJAN MORIR SUS VIÑAS

Publicado el 03 agosto 2021 Por Mariana Martínez @reinaentrecopas

Continuamos este reportaje WiP.cl junto a Eulalia Arriagada, campesina y viñatera; dueña de 10 hectáreas en la zona de Ninhue, Valle del Itata, y beneficiaria INDAP hace más de 30 años.

Eulalia Arriagada es campesina y viñatera; dueña junto a su marido de 10 hectáreas en la zona de Ninhue, Valle del Itata. Ambos sólos cultivan sus 7.000 plantas de vid, las que dan cerca de 10 toneladas de uva viníferas aproximadamente cada año. La mayoría de ellas las venden a terceros. Fuimos a visitarlos hasta su casa, para saber más de los problemas detrás de los bajos precios que se pagan por sus uvas.

Eulalia y su marido Leopoldo Arriagada (sólo alcance de apellido) viven literalmente en la punta de uno de los tantos suaves lomajes que hay en la comuna de Ninhue. Desde hace treinta años al menos, juntos han sido beneficiarios de INDAP y de sus programas Prodesal, para pequeños agricultores.

Eulalia siempre, desde chica cuando trabajaba junto a su papá en el campo, quiso ser campesina, tener animales, ser viñatera… INDAP, nos cuenta, los ayuda con créditos y bonos en los años malos, y “aunque no son muchos los bonos, dice, harto que ayudan. ¡Todo es bienvenido!”, dice con ese espíritu lleno de fe que nos vamos dando cuenta poco a poco que la caracteriza.

La pareja que lleva junta 43 años, llegó a Ninhue desde Tauco (Chiloé), porque un tío les pasó el dato que estaban vendiendo unos campos. El paisaje en invierno aquí es verde por todos lados. Fácil resulta distinguir las parras ya sin hojas entre las siembras; sin palos ni alambres para soportarlas, siempre en filas ordenadas. La mayoría son parras bajas, y cubren grandes extensiones siguiendo la cota de las lomas. Parecen mini ejércitos de madera vieja esperando la orden de ataque.

En diferentes laderas y vegas (partes bajas) tienen sus 7.000 plantas de vides el matrimonio Arriagada-Arriagada.

Eulalia y Leopoldo tienen en su mayoría  cepas de País, además de Moscatel y las más jóvenes Cinsault, en vegas (partes bajas) y laderas. Los dos solos trabajan sus viñedos en secano. Por el precio bajo de las uvas, nos cuentan, no pueden contratar más gente. Para ser más eficientes, aplican líquido a las hierbas que compiten con las vides, «para queden limpiecitas». Esos líquidos son herbicidas; Rambo es el nombre comercial. Que alguien los ayude en el campo, ya sea para sacar malezas con el arado a caballo, o en la poda, implica contratar a alguien por $25.000 al día más comida. «Si nos pusiéramos a pagar un trabajador diario, no sacaríamos nada. No sacamos ni al costo vendiendo a 120 pesos», dice Eulalia mientras caminamos entre sus soldados centenarios.


«Yo creo que la política y la religión en una cosa así, hay que dejarlas atrás. Uno se mete a lo que está: no se mezclan los huevos de pato con los de gallina, los de pato son más grandes y quiebran los de gallina», dice Eulalia.


 

Como abono, aplican una mezcla especial para viña y cuando ya están florecidas, con los brotes de unos cuantos centímetros, le echan salitre rosado «para que agarren más fuerza». El azufre, lo aplican una vez al año «cuando la viña ya está florecida».

Con sus uvas esta pareja de viñateros, que tiene a sus hijos y nietos viviendo en la ciudad, suelen hacer un poco de vino y el resto, este año, por primeva vez lo mandaron a Cucha Cucha (para la Mega Cooperativa Viñas del Itata) «A ver si sacamos más precio… Si nos va bien este año, para el año que viene haríamos lo mismo. Ellos están haciendo el negocio para hacer el vino. No nos han pagado nada todavía…»

Todavía… ¿Usted es muy positiva Eulalia?

Todo tiene solución, porque si una anda con la desconfianza y el miedo nunca va a dar el paso. Yo tengo harta fe, si Dios quiere, nos va a ir bien con este proyecto del vino… Todo se va viendo por el camino.

¿Hubo algún momento en que vender la uva fue buen negocio?

Nosotros siempre le entregamos a los conchenchos que venían en sus vehículos a comprar y ellos iban a entregar a los Centros de Acopio; donde a su vez iban a comprar las grandes empresas… Un año estaban pagando $30 el kilo, y gracias a una agrupación que hicimos como viñateros y nos unimos entre 150, alzamos la voz y nos pagaron algo mejor. Primero nos había dicho Concha y Toro que no nos pagaban a ningún precio… Luego entre muchas negociaciones salió que nos iban a pagar $70; de ahí empezamos a tirar para arriba. Gracias a que nos unimos y formamos la Cooperativa. Pero no todo ha salido como esperábamos…

¿Qué pasó?

Un tema de Impuestos Internos. Tenemos una deuda pero también la esperanza de solucionarlo. Si no lo logramos tenemos que declararnos en quiebra y buscar otra manera de seguir trabajando. Esta señora, Marlene (presidenta de la Mega Cooperativa Viñas del Valle del Itata), ha dejado los zapatos en la loma para que las cosas avancen, pero no ha tenido el apoyo de todos los socios. Siempre han estado con la desconfianza, atacándola, metiendo la política por el medio. Yo creo que la política y la religión en una cosa así hay que dejarlas atrás. Uno se mete a lo que está: no se mezclan los huevos de pato con los de gallina, los de pato son más grandes y quiebran los de gallina», dice Eulalia.

Antes de la lluvia, entre claros de nubes, Eulalia recorre sus viñedos de viejas parras de País.

«Cuando nos metimos en la Cooperativa de Cuvas de Ninhue, sigue explicando la viñatera, dijimos vamos a postular para hacer un Centro de Acopio y nosotros pagar lo justo a los productores. El problema es que nos faltó una asesoría… Pero nos queda la conciencia tranquila de que no nos aprovechamos de nadie; la cooperativa estaba pagando las uvas de sus cooperados. La satisfacción más grande es que no nos engordamos con los agricultores chicos, sino que todos somos iguales y eso para mí, es lo más grande que hicimos. Es la ganancia que nos queda, nadie puede decir que la cooperativa se echó la plata a los bolsillos. La cooperativa ganaba sólo la comisión, y dentro de esa comisión, nos pillaron las facturas. La idea era reinvertir en la cooperativa y comprar las cosas que hacen falta para vinificar, porque el proyecto se hizo pensando en hacer vino


 

…A ese punto hemos llegado como viñateros, si no fuera porque le aplicamos herbicidas a las viñas, de qué otra manera podemos manejarlas. No nos exige más plata de la que vamos a cosechar… Hoy, agrega, yo trabajo la viña por tradición, porque me da pena que quede botada».


¿¡Cuesta la asociatividad…

«Yo fui presidenta de la Junta de Vecinos de mi sector durante nueve  años, éramos 90 personas, dejé los zapatos para ayudar a la gente. Como los está dejando ahora la señora Marlene… Entonces me fui contenta porque hice lo que me gustaba, y lo que podía, y ayudé a la gente que realmente necesitaba… No importa que algunos no hayan quedado conformes…. Yo aprendí lo que no sabía; aprendí a valorizar y conocer a las personas que es lo más importante… ahora hay 10, 12 vecinos… Eso habla de que la gente cuando se hacen las cosas bien hay un buen pago».

Eulalia da gracias a su Señor, y nos cuenta que sin ningún interés, de la nada, le llegó en el 2001 una invitación a Japón, por un convenio con este país y Chile. «Nos vinieron a enseñar cómo manejar la vid, cómo ahorrar tiempo tirando herbicidas». Entonces ya había ido a Bolivia a ver la realidad de allá. De este otro también nos cuenta.

“Cuando llegué de vuelta de Bolivia le dije a la gente que valorizaban lo que tenían porque aquí estábamos en un paraíso… Después me dijo el jefe del INIA vaya consiguiéndose el permiso con su marido porque la vamos a llevar de paseo a Japón… 24 días estuve en Japón”, dice Eulalia mientras se ríe recordando el viaje. “Fuimos a conocer esa otra realidad, como era su agricultura, moderna, qué se hacía con la maquinaria, y así tantas cosas más….

Y cuando volvió de Japón, qué le pareció su realidad…

Allá es otra realidad de vida, allá hay conciencia en todo, honradez, respeto… Aquí no respetan ni a las mujeres. Allá los adultos mayores tienen la preferencia. Está todo impecable. Acá somos desordenados…

¿Qué les enseñaron en Japón?

Nos enseñaron las máquinas de siembra moderna, a aplicar productos químicos, y no estar dando vuelta la tierra, porque cuando llega la lluvia y el agua se la va a llevar cuesta abajo. También vimos cómo administran allá las empresas de animales, porque acá a nosotros nos gusta mucho tener animales. La idea era ver otras experiencias y poder aplicarlas acá cuando llegáramos.

¿Y qué aplicó acá de esa experiencia?

Lo que más nos gustó y aprendimos, fue el no quemar los rastrojos. Desde ese día aquí no se queman más por tantas razones. Si usted quema va a quemar todo lo que hay abajo… Nosotros teníamos una tierra allá, en la loma, que no producía nada cuando la compramos. Ahora gracias a Dios nos da mucho más rendimiento, porque la paja se incorpora ahí mismo y la masa de tierra va creciendo.

¿Y no piensa que pasa lo mismo con los herbicidas, matar todo lo que hay debajo?

Con los herbicidas no nos queda otra cosa, porque no tenemos otra manera de sacar el pasto. Pero puede ser cierto: por un lado podemos estar haciéndolo bien y por otro lado estamos matando el medio ambiente.

¿Nos le hablaron de eso en Japón?

Sí, también.

¿Y qué solución les dieron?

No dijeron que ojalá trabajáramos todo orgánico. Si a nosotros nos aseguraran, por decirle, que nos van a pagar entre 600 y 700 pesos por el litro de vino, estoy segura que la gente vuelve a cavar sus viñas, y nunca más tiraría el líquido. Pero el costo que tiene, el precio de un kilo de uva, hoy no da. De lo contrario, estas viñas mueren y quedarían ahí… A ese punto hemos llegado como viñateros, si no fuera porque le aplicamos herbicidas a las viñas, de qué otra manera podemos manejarlas. No nos exige más plata de la que vamos a cosechar… Hoy, agrega, yo trabajo la viña por tradición, porque me da pena que quede botada».

Al momento de escribir esta nota el problema con Impuestos Internos ya había sido resuelto.

«Itata en Profundo» es un reportaje de WiP.cl en busca de conocer diferentes miradas de un mismo problema: el bajo precio de las uvas destinadas a elaborar vino en el Valle del Itata. Todas ellas con una mirada en común: soluciones en marcha. En su primera parte conversamos con Marlene González, presidenta de la Mega Cooperativa Viñas del Valle del Itata, la cual este año produjo en la bodega de Viña Cucha Cucha más de 250 mil litros de vino con uva País. El matrimonio Arriagada-Arriagada, protagonista esta segunda parte, entregaron sus uvas a este proyecto inédito, que sumó 350 mil kilos de País entre 1.000 productores.


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