MARÍA SANGRIENTA

Publicado el 26 enero 2024 Por Alessandra Lanzarini @alelanzarini

De solo pensarlo, a Alessandra Lanzarini Olivari, se le hace agua la boca. Hoy nos comparte, otra receta de un clásico.

 

Tan visceral, honesto, fuera de control y protocolo. Cuando descarada e irremediablemente la boca se nos hace agua activando sensaciones que oscilan entre grato, inquietante, animalístico, desconcertante… Ávido por satisfacer de alguna forma la bestia, la queridísima bestia que llevamos dentro.

Agua la boca…

Flujo, torrente, cascada de saliva que inunda la cavidad bucal por alguna de las siguientes razones expuestas en sencillo.

Desde lo ancestral: Reacción orgánica frente la posible ingesta de alimentos que actúa acelerando el proceso generando la salivación.

El deseo: Se activa cuando nos encontramos con algo que nos gusta mucho y nos genera una gran satisfacción.

Acto reflejo: Respuesta una reacción sensorial condicionada de acuerdo a estímulos preestablecidos.

Ansiedad o temor: Frente a una situación de dificultad que nos pueda causar angustia, estrés o posible riesgo.

Patológico: Ciertas enfermedades o cuadros infecciosos en los que la salivación excesiva es uno de los síntomas

Clásico y eterno: Limón con sal

El tema es que la baba empezó a ejercer presión humedeciéndome la boca desde las comisuras de los labios hasta el centro, justo en el pasillo con los tarros del supermercado. Por culpa de un jugo de tomate que el espectacular piloto automático agarró sin preguntar cuál, de las tres versiones existentes en el anaquel. Mientras, en paralelo, alguna otra parte del cerebro rastreaba el sector de las verduras haciendo lo propio orientado a la caza de un manojo fresco de apio.

Y el limón… de pica

A cascadas

Sal, Tabasco… al filo del atoro.

Cual perro en la carnicería.

Pavlov innegable.

Inolvidable el impacto de escuchar la primera vez, de la boca de mi mentor, comentándole a mi abuela:

– Feliz iría por una María Sangrienta

Yo con todos los pelos parados, cara de pánico y total atención. Debo aclarar que mi segundo nombre es María.

-¿Qué es eso de María Sangrienta papá?

Bloody Mary, un trago.

– ¿Y por qué se llama así?

– Porque tiene jugo de tomate, vodka y apio.

– ¿Apio? Pero qué tiene que ver María Sangrienta?

En mi cabeza se cruzaban imágenes gore, campos de tomates con ese aroma de las hojas que he amado y amaré toda la vida empezando a elaborar un revoltijo de aquellos…

Tan astuta como siempre, la vieja cortó el entrampado, simplificando la intensidad en la que me estaba encaramando.

– Es un cocktail, Bloody Mary. (Dijo en su perfecto inglés británico del Tronwell y el correspondiente ademán de abuela pituca).

– María Sangrienta, sangriento en inglés es bloody, y Bloody Mary es la traducción al español, y a tu papá le gusta y a mi también. (Seca y en seco, cambió).

– Con cuidado, dobla acá, estamos llegando.

El resto fue en un restaurante chino, lleno de frituritas. Cumpliendo a la pregunta ¿qué quieren almorzar?, toqué yo la campana primero.

-¿Tiene Bloddy Mary?

Pisco saguel? Vaina?

-Wantan? Aloyado plimavela?

Ahora lo entiendo mejor.

Aperitivo.

Hambre.

Hora de almuerzo.

Papá añorando un Bloody Mary que tuvo que suplir por wantanes y un pobre pisco sour de restaurante chino de los 90 ‘s.

El asunto es que ya de chica estaba enterada yo de lo que era un Bloody Mary.

Esto de los bautismos, orígenes, mitos, deformaciones y demases…

¡Mis favoritos!

Por María La Sangrienta, Bloody Mary.

Maria I de Inglaterra e Irlanda, María Tudor, hija de Enrique VIII, su persecución a los protestantes le valió su apodo.

Que si los clientes de un afamado bar en París en 1921, viendo al bartender mezclar los ingredientes, le dieron distintos nombres hasta concluir en Bloody Mary.

Desde la expresión british, bloody! usada para enfatizar o demostrar molestia en forma brusca al sustantivo que acompaña.

En honor a una particular garzona de difícil trato de algún bar yanqui.

Los Romanov.

La historia de María en el espejo, la leyenda urbana en anglo, Verónica en latino.

Y obviamente… Hemingway, en el afán de ocultar sus tacos de vodka matutinas, solía agregar jugo de tomate frente a Mary, su última esposa.

Lo tatué en mi corazón.

Bloody Mary always in my heart.

Lo pienso y no deja de hacerse agua mi boca.


Alessandra Lanzarini Olivari Sommelier & Bar Consultant. Curiosa siempre, comenzó estudiando Ingeniería en Acuicultura en la Universidad Andrés Bello, pero suspendió para explorar su interés en los cruceros. Lo que la llevó a descubrir su pasión por la gastronomía y la hotelería. Después de regresar a Chile, estudió Comercio Internacional y Administración de Empresa; mientras, trabajaba en destacados hoteles y restaurantes. Posteriormente, ingresó a la Escuela de Sommelier de Chile, y trabajó en diferentes restaurantes, explorando vinos y destilados nacionales y extranjeros. Actualmente, trabaja de forma independiente como sommelier, asesora de bares y desarrollo de coctelería. Sus grandes pasiones: escribir, hacer arte y experimentar con sabores.


 

Otros cocteles de Alessandra:

GIN, EPISODIO III

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