¿CELEBRAMOS LOS 100 AÑOS DEL CARIGNAN CHILENO?

Publicado el 13 noviembre 2023 Por Álvaro Tello, cronista e investigador vitivinícola @vinocracia en IG

Esta pregunta nos la hace Álvaro Tello, cronista e investigador de vinos, quien ha encontrado documentos para respaldar un nuevo  el relato sobre la llegada de esta variedad a Chile.

La historia tras la reaparición del Carignan chileno a inicios de este siglo, se cuenta fue modelada por una catástrofe: el terremoto de Chillán de 1939. Éste hecho según distintas voces y personalidades, habría dado pie a la promoción de su cultivo, ya que su plantación sería una de las medidas establecidas para ir en ayuda a los productores afectados en la región del Maule. Seguido, se habló del apoyo de CORFO, de universidades, del Estado a través de una política de fomento vitivinícola, y que dada su productividad y tinte, el Carignan se utilizó para mejorar el color de aquellos vinos provenientes de la cepa criolla por excelencia, la País.

Sin embargo, ninguna de estas declaraciones fue examinada a fondo, y se repitieron consecutivamente hasta recorrer y decantar en la mayoría de las publicaciones nacionales. De ahí en adelante cada nueva evidencia sobre su posible llegada o fecha aproximada de plantación, fue tratada como una zancadilla a la idea original. Esta conducta resulta casi tan interesante como la historia misma, pero veamos qué ocurre con nuevos hallazgos dispuestos en orden.

Una cronología para el Carignan chileno

Desde 1906 se tiene registro que en Perú y Argentina ya existirían cultivos de Carignan. Comenzamos en el Perú, donde y según la Memoria al Director de Fomento de dicho país, el 16 de enero de 1906, en Lima, se exploraron los potenciales vitivinícolas de los valles peruanos y las conclusiones tras experimentar con nuevas variedades introducidas. En septiembre de 1903 se documenta la plantación de Carignan proveniente de California, más otro lote de Francia gestionado por F. Chabert, cuyo resultado no prosperó, lo que precipitó su arranque para 1904. En tanto la revisión de Anales de la Sociedad Rural Argentina de 1910, y la página 44, detalla una colección ampelográfica propiedad de la Escuela de Agricultura y Ganadería de Córdoba, con plantaciones de Carignan, Mourvedre y Grenache, entre otras. Se desconoce en este último país la perpetuidad y desarrollo histórico de su cultivo.

En cambio, el caso bibliográfico con respecto a la presencia de Carignan en Chile, viene a ser de líneas continuas y bien delineadas, e inician con una obra escrita bajo los ideales de promover la defensa y propaganda del vino chileno. Se trata de la Guía Vinícola de Chile impresa en 1924. En la página 39 se encuentra un artículo escrito por Alejandro Dussaillant, titulado Algunas observaciones sobre la vinicultura chilena. El técnico resume su experiencia con algunos cultivos en Lontué (Curicó), explicando que “aquí, las producciones de 300 y 400 hectolitros de vino por cuadra no son una rara excepción; yo las he obtenido en mis viñas con las variedades Aramón, Cariñena y Semillón”.  Avanzando a la página 195, el técnico refuerza la presencia de variedades en su bodega, conocida como Viña Casa Blanca – Lontué, en la cual se describen variedades de importancia, como Cariñena, Romano, Pinot de Borgoña, Pinot de Chablis (antigua referencia para Chardonnay), Gamay y Semillón, entre otras. Un poco más de detalle en el mismo párrafo atiende que “las variedades Aramón, Cariñena y aún el Semillón suelen dar hasta más de 400 hectolitros por cuadra”.

Entonces el Carignan es una variedad ya productiva para 1924, sin contar los años previos de plantación, los cuales no se han podido precisar aún, pero se descubre que no es el único documento del año que marca su presencia en Chile.

Es un tanto extraño por decirlo de alguna manera, el constante descarte a las referencias del libro Patrimonio Vitivinícola, publicado por Dibam en 2015. En la página 137 se encuentra la investigación de la ingeniera agrónoma Claudia Gálvez Dachelet (viña Odfjell), titulada El despertar del carignan, una cepa que promete, en la cual pone como antecedente una mención a la variedad impresa en la Agenda Agrícola de Vicente Gómez Díaz, de 1924. Revisando el texto original, se observa en las páginas 335 y 336 un aviso extendido y encargado por el técnico francés Germán Bachelet, para las viñas Santa Margarita y Victoria, ubicadas en lo que hoy es el barrio Llano Subercaseaux de la comuna de San Miguel, Santiago, ofreciendo para la venta 25 variedades garantizadas y una de ellas, el Carignan. Este hallazgo reafirma la presencia para el año y década.

Carignan plantado originalmente en el Mauke
Viejo Carignan trasplantado en Bodega RE, Casablanca, desde el Maule.

También lo han sido las continuas menciones dadas por el agrónomo Víctor Costa, ex director del SAG Vinos y alcoholes, quien en conversación personal y ratificada por correo electrónico, me explicaría en 2017 que el Carignan ya estaba presente en la década de los veinte, cercano a NOS, hoy comuna de San Bernardo. Efectivamente, en el Catálogo General […] del Criadero Santa Inés de NOS, propiedad del agrónomo Salvador Izquierdo, aparece más de una centena de variedades a pedido y certificadas por el técnico francés Gastón Lavergne, y una de ellas, la número 1207, es Carignane, sinónimo de la variedad Carignan en California. El catálogo con la variedad incluida circuló en una versión de 1928, pero se ha descartado como “evidencia de cultivos”, al no estar relacionada su presencia con una zona de explotación y vinificación. Aun así, suma de manera importante como fuente de su existencia para la década.

Después de estas últimas fechas son escasas las publicaciones con catastros para corroborar cultivos de Carignan en Chile, salvo un último descubrimiento que intenta poner un pequeño énfasis en plantaciones existentes. Se explica en el tratado de 1937 que lleva por título Lucha Contra la Filoxera, comportamiento de la vid […], escrito por Alejando Dussaillant (Ed. Nascimento). El registro tiene por objetivo informar de una misión investigativa ordenada por el Ministerio de Agricultura, con el fin de estar preparados ante un posible ataque de la filoxera y de paso, atender otras dificultades propias de los cultivos chilenos, acudiendo a revisar casos en centros de enología de América y Europa. A modo de recomendación, propone estar listos para utilizar o descartar algunas variedades de vitis americana e híbridas para utilizarse como portainjertos, como por ejemplo la Rupestris de Lot. El técnico señala que esta no serviría para plantaciones existentes de Merlot y Côt (Malbec), o para aquellas de maduración tardía, como Verdot, Carignena y País. En tanto para suelos más arcillosos donde ya existe Cinsault y Aramón, recomendó otras híbridas resistentes a la sequedad, como la número 3306, por ejemplo.

Conviene aclarar que Dussaillant habla de extensos territorios con determinadas características de suelos en la zona sur, no refiriéndose a localidades en particular.

El terremoto de 1939

Como mencionamos al comienzo, la historia más difundida y publicada a la fecha guarda relación con el terremoto que afectó a Chillan el 24 de enero de 1939. Las versiones de aquí en adelante varían en interpretación según la instancia y medio informativo, siendo las más frecuentes, por ejemplo, que el Carignan “llegó a Chile durante 1939 para ayudar a los productores del Maule”, como también que “después del terremoto se promovió su cultivo”, entre otras de carácter similar.

Seguido, aparecen involucrados en su propagación Paul Pacottet (uno de los cinco técnicos de Dussaillant en Lontué), instituciones como CORFO, INIA, universidades, así como el Estado a través de una supuesta “Política de Fomento Vitivinícola”, promovida durante los años cincuenta, que también a veces se dice que sucedió a finales de los treintas. Finalmente, parece no haber acuerdo o comunicación entre las distintas versiones y algunas que se han descubierto, son más bien los típicos clichés históricos del vino chileno: se cree que existen, pero no se sabe bien cuándo, cómo, ni donde ocurren.

En orden y en relación a supuestas plantaciones durante 1939, cabe destacar que para 1938 entraba en vigencia la Ley N°6.179 promulgada bajo el gobierno de Arturo Alessandri, que se mantuvo vigente hasta 1974, según registros de la Biblioteca del Congreso Nacional. La ley en cuestión, limitaba la producción de vino obligando a pagar un impuesto único de 1 peso y 20 centavos por litro donde el consumo se elevase a 60 litros por habitante. La ley se basó en la suposición que los productores generaban más que esa cantidad, por lo tanto, el Estado promovía que los productores arrancaran un 25% de las parras para evitar así el pago de ese impuesto.  Pero también establecía otros, como un impuesto de 15.000 pesos por cada viña nueva de riego, y 7.500 pesos por cada hectárea nueva en secano. El objetivo de la ley era que, ante la presión de impuestos, arrancasen un 10% de las viñas existentes en el país.

Bajo este panorama era muy difícil que se haya promovido instantáneamente una nueva variedad a menos que se procediese al pago de impuesto o se esperase un arranque masivo. Lo que también lleva a pensar si un pequeño productor o parcelero estaría dispuesto a pagar impuestos posteriores a una catástrofe. No se encuentran documentos elevando una solicitud de levantar el pago de impuestos a raíz del terremoto de 1939, salvo una iniciativa que da un cierto aire de permisividad y que nace cuatro años más tarde.

La alternativa se presenta bajo el Decreto N°3.355 del Ministerio de Hacienda para fundirse con ley de alcoholes, promulgado el 27 de septiembre de 1943. El decreto en su Artículo 98, especifica que podrá plantarse una “nueva viña” sólo y cuando esta reemplace a un viñedo de uva de mesa. También se considerará replante en caso de un terreno expropiado con antigua viña y se estime replantar, y sólo podrá permitirse con alguna de las 15 variedades designadas, 12 de riego y 3 de secano; estás son País, Moscatel y Carignan.

Otra excepción es que se permiten cultivos de secano sólo y cuando sea en gradientes o laderas que superen el 6% de elevación. Y como propuesta adicional, propone que las viñas de uva de mesa puedan cambiar el rol a viñas viníferas. Para ambas causas, se debe extender una solicitud escrita, esperar por su posterior autorización y pago de impuestos. El decreto en cuestión no tiene por objetivo abrir una ventana a los afectados por el terremoto de 1939, sino por el contrario, modificar la ley de alcoholes para darle mayor atribución y poder de fiscalización a Impuestos Internos, con el fin de recaudar por cada eslabón productivo de la cadena vinícola. Vale decir, desde las plantaciones hasta la venta del vino mismo.

Con respecto a una supuesta labor de CORFO y su ayuda a la difusión del Carignan, podría quedar zanjada tras la revisión del Plan de Acción Inmediata, aprobado el 6 de septiembre de 1939 (impreso y dado a conocer en 1940), en que la directiva de la corporación desestima ir en ayuda de la vitivinicultura nacional porque el Ministerio de Agricultura y Cooperativas Vinícolas, ya estarían preocupadas del bienestar del sector. Por lo tanto, CORFO sólo consideró brindar ayuda para el desarrollo de subproductos de la pepa de uva y tartratos, y que no se justificaba mayor inversión, indica el plan.

Puede que los hechos mitificados en relación a las plantaciones de Carignan, como son la supuesta Política de Fomento Vitivinícola, tengan un origen medianamente cierto o desenfocado en el tiempo, lo que nos lleva a cuadrar información.

De partida no existe una política de fomento organizada por el Estado pero, tentativamente, si quisiésemos hablar de fomento, puede que algunas circunstancias históricas se consideren como tal, como es la consolidación de la Corporación Vitivinícola de Chile (1949 – 1950, J. Del Pozo) o la promulgación del Decreto 250 (27 febrero de 1958) que establece un reglamento definitivo para las cooperativas vitivinícolas.

Lo cierto es que algunas de las supuestas políticas de fomento nacen dentro de un cruce oral y bibliográfico, como el caso citado por el historiador José Del Pozo para su libro Historia del Vino Chileno (Ed. 2014), quien para darle peso a su bibliografía señala que Rodrigo Alvarado Moore, Pedro Undurraga, Miguel Viu Manent y Fernando Mir, se presentaron ante la Comisión del Vino del Partido Demócrata Cristiano durante 1965, entregando las bases para un Plan Nacional de Desarrollo Vitivinícola. Rodrigo Alvarado Moore a través de los años comentó este hecho, pero al ser escuchado y repetido por terceros se movió de década y contexto. Se dice que esta acción ocurrió en los cincuentas.

Sin embargo, existe una aproximación a lo que se podría suponer un fomento vitivinícola, pero que se desentiende de las décadas y suposiciones. Como que a raíz de estas políticas “llegaron variedades francesas como Semillón y Carignan”, en conocimiento que el Semillón ya se registra en abundancia a finales del siglo XIX (Manuel Rojas, 1897) y el Carignan como ya revisamos, estaría presente desde 1924.

Veamos que para 2009 se imprime la Historia de la Corporación de Fomento desde 1939 a 2009, obra de Ricardo Nazer, quien describe brevemente los planes de desarrollo frutícolas llevados a cabo durante 1967 por CORFO, cuya misión era apoyar la industrialización progresiva de rubros que se encontraban al debe. Bajo el nombre de Plan Nacional de Desarrollo Frutícola, se avocan a la mejoría o implementación de centrales pisqueras en Huasco, Elqui y Limarí, y vitivinícolas en Talca, Cauquenes, Coelemu, Quillón, Ñuble, Yumbel y en San Javier de Loncomilla. Hasta el momento, no hay información de si estas acciones condujeran a la plantación de nuevas variedades.

En lo que respecta al centro de investigación INIA, creado en 8 de abril de 1964 con ayuda de CORFO y universidades reconocidas por el Estado, es un hecho cierto que el instituto tuvo un papel fundamental en el estudio y promoción de variedades por el secano maulino, como puede constatarse a través de la extensa documentación de su biblioteca. Citamos como ejemplo el estudio titulado Fertilización con Potasio en vides de secano, Carignan, texto recopilado y promovido por INIA en 1974, con experimentos realizados en las temporadas que van de 1966 a 1968, a cargo del Ingeniero Agrónomo Arturo Lavín, quien destaca la fertilización en un viñedo de Carignan que ya tenía 10 años de plantado en el fundo La Estrella de Cauquenes.

No es de extrañar experimentos en viñedos de mediados de siglo XX, ya que Pablo Joublan, ex Director de la Estación Experimental de Cauquenes para finales de los cincuentas, es reconocido por antiguos viticultores y agrónomos de Cauquenes como uno de los primeros promotores del Carignan en el Maule (Marisol Reyes; Vivar, 2022), al igual que Arturo Lavín en su respectiva labor en INIA.

Conclusión

Resumiendo lo expuesto, vemos que existe una confusión entre dos ideas: los años que marcan “la presencia del Carignan en Chile” y los años de “promoción de cultivos del Carignan en Chile”. Para ambas, el Carignan se fue caracterizando de la misma forma: en base a la obtención de relatos orales sin previa documentación y por lo tanto, confusos en el tiempo, y que por simple repetición fueron consolidándose hasta obtener más o menos un relato original.

Cierto o no, la documentación actual ofrece mayor claridad: 1924 es el año para constatar plantaciones y resultados. De los motivos de su propagación no existen datos concretos y dentro de un marco teórico, pudo darse de forma gradual desde su registro temprano en 1924, teniendo además en cuenta que para 1937 el técnico Alejandro Dussaillant ya declara su existencia en la zona sur, y para 1947 aparece en la muestra ampelográfica de variedades de importancia en Chile, como indica el libro recopilatorio de “Viñas y Vinos de Chile”, de Víctor León (1947), y su página 33, donde se identifica nuevamente como Carignane, vale decir, bajo el sinónimo californiano de Carignan.

Finalmente, cabe preguntarse si celebraremos los 100 años del Carignan chileno, o al menos los cien años desde que aparece publicado su cultivo y resultado. Para quienes nos dedicamos a escribir de vinos, es un hecho celebrable, muy por lejos de aquella pesada catástrofe que se ofreció como punto inicial del Carignan chileno.

 

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