Marcelo Arriagada, triunfó en la competencia organizada a pesar de la pandemia y con obligatorio distanciamiento. La competencia organizada por la Asociación Nacional de Sommeliers de Chile fue entre 17 candidatos.

El mayor reto entre profesionales del servicio del vino en Chile, como cada tres años, es participar en el concurso que busca al Mejor Sommelier del país. El de este año, sin duda, fue tanto mayor. Y no sólo para los participantes, también para los organizadores, la Asociación Nacional de Sommeliers de Chile, aún en medio de la pandemia COVID-19.

17 participantes se dieron cita en la competencia que se realizó ayer 22 de febrero durante todo el día en el Hotel Four Points de Santiago, bajo todas las medidas de seguridad sanitarias exigidas. Entre ellas, dos fronteras: la del hotel en el 1er piso y la del concurso en la entrada del salón. Además, de dos metros de distancia y sin cruces entre personas durante las degustaciones. Por esta razón, el servicio durante las pruebas fue a la vista de los participantes pero con suficiente distancia; lo mismo para el jurado y cada comisión técnica.

Bajo la dirección técnica y presentación del sommelier profesional y director de la ANSC, Luis Felipe Cruz, durante las horas de la mañana de ayer, todos los participantes fueron evaluados inicialmente a través de una cata a ciegas de dos vinos, un Chardonnay de Casablanca y un Syrah de Colchagua, además de un ron blanco venezolano de melaza y un Pisco chileno sin guarda en madera.

Posteriormente se realizó un examen teórico de 80 preguntas, todas de opción múltiple sobre temas globales que todo sommelier debiese manejar. Cabe destacar que estas preguntas fueron aportadas por la comisión técnica con ayuda de varios presidentes y encargados de asociaciones de países miembros de la ASI, con el fin de preguntar lo que cada uno estime como conocimientos relevantes sobre sus respectivas naciones.

• Prueba de maridaje, solicitaba acompañar con vinos un menú de seis tiempos sin repetir país de origen y sin sugerir tintos.
• La segunda prueba, consistió en la degustación y descripción a ciegas de un vino tinto español D.O. Rioja.
• La prueba de servicio, exigía atender dos mesas simultáneas. En una de ellas, se debía realizar decantación por sedimentación de un vino, y responder una pregunta en idioma secundario sobre coctelería, y a la vez preparar el cóctel solicitado. En la otra mesa, se solicitaba el descorche de un espumante y rellenar las copas mientras estaba en la mesa de decantación.
• Prueba de degustación a ciegas en copas oscuras incluyó un Fino de Jerez, un Oporto Rubí, un tinto de  la AOC Gigondas y un VIGNO. La prueba buscaba que los participantes identificaran el origen de cada una y sugerirles un maridaje.
• La quinta prueba de conocimientos específicos, exigía emparejar tres vinos del mundo con sus respectivas cepas, basados en tipos de suelo e indicación de la D.O. a la que pertenecían según mapa proyectado.
• La sexta prueba, de ámbito comercial, exigía vender, describir y cerrar venta del proyecto VIGNO como marca a un par de compradores de vino. Para ello, debían aportar datos relevantes a compradores y describiendo al menos tres productores y las características de sus vinos
• La séptima prueba incluyó la  degustación de 10 bebidas, entre licores, destilados y fortificados. El reto consistía en el reconocimiento de las bebidas a ciegas de vermouth bianco, Oporto blanco, gin London Dry, Cachaza, ron de melaza, Pisco peruano, Tequila, licor de naranjas, vodka neutro y Singani.
• La octava y última prueba implicó el servicio, pensado en banquetes de una botella magnum (1,5 litros) en 17 copas, con el reto de servir la misma cantidad a cada copa, sin regresar a rellenar y sin que sobre vino en la botella. Además, del servicio de un vino dulce en botella de 375 cc en 7 copas con las mismas exigencias.

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